Los gobiernos alemán y francés preparan el rescate de Portugal ante el brusco encarecimiento de su deuda. Mientras tanto, el primer ministro luso afirma que no pasa nada. Y lo mismo dice el Ejecutivo español, que también insiste en que Lisboa no tendrá que recurrir a un salvamento. ¿Les suena esto al caso irlandés?
Las profecías de los mercados se terminan autocumpliendo, por mucho que los políticos las nieguen. Y eso ha propiciado que se haga realidad otra amenaza muchas veces empleada en el seno de la UE: la Europa de las dos velocidades.
Galos y germanos ya han decidido que la periferia debe hacer los deberes... y que estas tareas que los países menos productivos no están dispuestos a acometer por sí solos se pueden imponer como condiciones de un rescate.
Ahora España no sólo está al margen de la realidad sosteniendo que no hay necesidad de intervención en Portugal; además aún seguimos a estas alturas negociando con los sindicatos las reformas. Algo inaudito cuando, como informa hoy elEconomista, incluso Alemania y Reino Unido han tomado medidas para hacer viables sus sistemas del bienestar.
Hemos negado los problemas y despilfarrado sin criterio, y ahora nos van a obligar a practicar un ajuste muy duro.
Lo ideal sería realizar unas promesas creíbles de consolidación fiscal para el futuro y evitar unos recortes que en estos momentos pueden abocarnos a una espiral de peor crecimiento, lo que a su vez vuelve a provocar intereses altos que acaban en más recortes propiciando crecimientos aún más bajos. Al mercado ya le da igual. Exige que rompamos este círculo vicioso con medidas drásticas.