Tengo ante mí los currículum de los ministros de Sanidad de Francia, Portugal e Italia. Todos, cualificados profesionales de la medicina, con trabajos y publicaciones en prestigiosas revistas médicas?
A su lado, el de la excelentísima señora Pajín es escuálido hasta lo irrisorio: licenciada en Sociología? pero eficacísima miembro del aparato socialista desde su más tierna juventud.
La alternativa es doble: o bien en el momento de ser ungido por el dedo del secretario general la sabiduría penetra por los poros del elegido/a convirtiéndole en omnisciente a modo de nuevo Pentecostés, o (para los escépticos) el aparato del Estado es de tal potencia que soporta sin hundirse a competentes e incompetentes por igual. Incluso a quienes, como la señora Pajín, entienden que los nombramientos deben hacerse por cojones.
Lo dramático no es que éste sea un vicio del Partido Socialista, sino que es epidemia transversal que afecta a todos. Porque todos han dejado de ser vehículo de ideología para convertirse en gestores de poder (del propio y del ajeno).
Es posible pasar, sin mancharse con la realidad laboral, del hogar familiar a la presidencia de Gobierno. Es el caso de nuestro presidente, el señor Rodríguez Zapatero, quien nunca imaginó siquiera lo que es una nómina. Así transcurrió su vida de las Juventudes Socialistas hasta la concejalía, al acta de diputado y a la poltrona presidencial, en una carrera intrauterina, en el seno del partido, sin conocer otra realidad que la superestructural. Y, por ello, confunde el precio de un café en el Congreso de los Diputados con el real que se paga en la puñetera calle.
Se hace preciso, es un clamor, que los partidos políticos dejen de ser la dictadura del secretariado para ser lo que la Constitución define, "concurriendo a la formación y manifestación de la voluntad popular" como "instrumento fundamental de la participación política".
Y en lo que ya nadie cree.
Quizás, porque sea un imposible.
Javier Nart, abogado.
