Recientemente, el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, llamo héroes a los titulares de las 2.500 empresas creadas durante los primeros meses del año en esa comunidad autónoma. Enterado de la noticia, me ilusioné.
Pensé que por fin un dirigente político había caído en la cuenta de la excesiva burocratización, normas, reglamentos, leyes y decretos que rigen nuestra actividad diaria que no hace otra cosa que lastrar la competitividad de nuestras empresas. En momentos de dificultad económica, no podemos distraernos del mercado con el que nos examinamos todos los días; no sólo uno en nuestra vida en una dura oposición. Pensé que las cosas iban a cambiar.
Después, caí en la cuenta de que el presidente Herrera tildaba de héroes a los emprendedores por el mero hecho de crear una empresa, algo que a fecha de hoy es relativamente sencillo, pese a que tengas que esperar una media de cuatro meses para resolver papeles con la Administración. Entonces, ¿por qué les califica como héroes? Si cualquiera que esté pensando en iniciar una actividad emprendedora, cuando se mire al espejo, se tiene que ver como un héroe, este tipo de declaraciones hace un flaco favor para fomentar el espíritu emprendedor.
Evidentemente, no es de extrañar que los jóvenes busquen otros caminos.
Pies en la tierra
Los emprendedores no son héroes, pero tampoco el empresario es un villano, tal y como se pretende y tal y como se recoge en algunos libros de texto de Educación para la Ciudadanía, que no hacen otra cosa que denostar y desprestigiar esa figura. Los empresarios necesitan poder desarrollar su actividad con la misma libertad y de la misma forma que otros profesionales. Creemos en la libertad individual y por eso la defendemos y reclamamos más libertad de mercado y menos intervencionismo.
Nuestros gobernantes deben poner los pies en la tierra, y quizá de esta forma sean conscientes de que lo heroico de ser empresario en España es tener que competir con los homólogos de otros países en los que sus respectivas administraciones no lastran su competitividad con una absurda burocratización y otra serie de cargas para las empresas.
A modo de ejemplo, España es el país de la UE con mayor carga fiscal, el pago efectivo de las compañías ubicadas en nuestras fronteras se eleva hasta el 26 por ciento, -dos veces y media más que el pago medio real de las empresas de la UE-27 y de la zona euro-. Como éste, hay muchos otros datos fruto del estudio de un grupo de catedráticos y profesores, encabezado por José Félix Sanz que hará público en breve Funcas.
Esta carga fiscal, que merma considerablemente nuestra competitividad, es sólo un escollo más, puesto que a esto hay que sumarle la excesiva burocratización de nuestra Administración, su lentitud, la rigidez en las relaciones del trabajo y la sequía financiera, el enorme déficit público de todas las administraciones que clama su reforma profunda, entre otros obstáculos que merman enormemente nuestra capacidad para ser generadores de riqueza y empleo.
Esta situación nos hace ser héroes a la fuerza, algo que no queremos, pero tampoco deseamos que se nos admire como héroes: buscamos ser personas normales.
Sin embargo, yo sí que declaro mi admiración superlativa por todos aquellos empresarios, pequeños y autónomos que, con el esfuerzo diario, mantienen día a día sus compañías, pese a todas las dificultades a las que tienen que hacer frente. Ojalá entremos en estas reformas profundas tan necesarias en las administraciones para que todos aquellos a los que nos ha tocado vivir en esta época tan dura de crisis podamos sacar adelante las empresas y muchos otros se sumen al esfuerzo de emprender o reemprender.
A veces, observando a los dirigentes, se concluye que lo que necesitan es gente con casta y coraje para mantener a esta otra casta sin coraje, incapaz de tomar una decisión sobre las distintas reformas que necesita nuestra economía.
Manuel Soler Martínez, presidente de CVE.