Opinión

Editorial: Los riesgos irlandeses en España

Tras el rescate a Irlanda, los ojos están puestos en la Península Ibérica. Con más prevención sobre la economía española que sobre la lusa, en tanto en cuanto su tamaño es mayor y su debacle sería nefasta para el euro.

Y es que España es partícipe de algunos de los riesgos que precipitaron el rescate irlandés, como el elevado endeudamiento privado o el hecho de que los balances de bancos y cajas carguen con el peso de la extinta burbuja inmobiliaria. Ésta fue menor en España, pero se ha drenado peor y más despacio que en Irlanda, en un ajuste aún inconcluso y con mucho recorrido por transitar en los precios.

Si bien no llegamos a los rangos de déficit y deuda de los rescatados, Grecia e Irlanda, hay debilidades que neutralizan nuestra mejor posición en esos parámetros: el paro en el 20 por ciento, la crítica situación financiera de muchas autonomías y ayuntamientos, y los inexistentes signos de una recuperación significativa.

El talón de Aquiles para un salvamento a España sería un eventual auxilio a las entidades financieras, por su brutal impacto en las cuentas públicas y en una mayor pérdida de credibilidad de un Ejecutivo extremadamente lento en entender la coyuntura, tardío en la respuesta y corto en las medidas que se ha visto forzado a acometer.

A Irlanda recapitalizar sus bancos le costó ver su déficit en el 32 por ciento del PIB y su deuda en el 98 por ciento, amén de la factura política que pasó a su Gobierno.

España no puede jugar con fuego. La reestructuración de las cajas de ahorros es sólo el primer paso de la redifinición de nuestro sector bancario que, en línea con lo advertido por el Banco de España, ha de proseguir en 2011.

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