Según las proyecciones realizadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2009, la esperanza de vida en el momento de cumplir los 65 años pasaría en los varones de 17,8 años que tenían en 2009 a 21,9 años en 2048.
En las mujeres pasaría de 21,8 años en 2009 a 26,2 años en 2048. ¿Ganar algo más de cuatro años de vida puede ser un problema? ¿Qué sociedad es ésta, capaz de transformar un bien -el alargamiento de la vida- en un mal?
Puesto que se vive más y en mejores condiciones físicas, se ha de trabajar hasta una edad mayor, eso se dice. Y se dice, en general, con razón, pero no es un principio que se pueda aplicar sin matices, pues a estos efectos no es lo mismo trabajar en un andamio o en un taller que en una oficina o en una cátedra.
A este respecto, no deja de sorprender un hecho: en España nadie parece plantearse -antes de alargar por ley la edad de jubilación- una medida más sencilla que, además, no provocaría polémica alguna. ¿Cuál? Eliminar la obligatoriedad de la jubilación a una edad determinada.
Por otro lado, los efectos del retraso por dos años en la edad de jubilación sería un ahorro de aproximadamente un 11 por ciento en cotizaciones dedicadas a los no jubilados (dos años sobre los, aproximadamente, 18 de media que vivirán a partir del aniversario 65), pero los ingresos -es decir, las cotizaciones- sólo crecerán si aumentan los ocupados de esas edades, lo cual supone que habrán de crearse aproximadamente 500.000 puestos de trabajo para las personas en esas edades, porque -como es obvio- aumentar la edad de jubilación no crea automáticamente empleo.
Además, de verdad, ¿alguien se cree que los famosos mercados van a reaccionar favorablemente ante una medida económicamente tan confusa?
El sostenimiento a largo plazo del sistema público de pensiones no es sólo ni principalmente un problema demográfico, es más un asunto que atañe al empleo y a la productividad del sistema económico.
Ya lo decía mi abuela: "Vísteme despacio, que tengo prisa".
Joaquín Leguina. Estadístico.