Entre 1933 y 1961, el historiador británico Arnold J. Toynbee (1889-1975) publicó los 12 tomos de su gigantesco y extensamente difundido Estudio de la Historia en el que sintetizaba la Historia Universal como el desarrollo de las 26 civilizaciones que se habían producido en el planeta.
La nuestra, la occidental, heredera de la helénica, se caracterizaba por dos componentes: la industrialización y la democracia.
El paso con éxito de una fase a otra en el desarrollo civilizador dependía siempre de la capacidad de respuesta a los problemas o incitaciones con las que el devenir enfrentaba a las sociedades.En esta tesitura, situaba el acierto en la continuidad o el error en la extinción.
Nuestra Unión Europea, inmersa en una civilización que se ha decantado en los últimos decenios en torno a la soberanía absoluta del mercado, la competitividad y el crecimiento sostenido, está viendo suplantado el concepto y el ejercicio de la democracia por poderes difusos, sin control ciudadano y sin control político.
La quimera de crear una moneda única sin establecer primero una política económica, una fiscalidad y un presupuesto comunes además de una política exterior también común está más que demostrada.
La civilización que, arrancando en el Renacimiento y llegando a su cota más definitoria en las Luces y la Ilustración, está siendo velada y suplantada por una deformación ideológica consistente en dejar los procesos económicos al albur de sus propias exigencias como sistema, obviando el fin último al que se deben dichos procesos: el bienestar humano.
Los debates en Cancún, la financiarización que corroe todos los cimientos políticos ymorales que la llamada civilización occidental ha reconocido como suyos, y la crisis que continúa son retos e incitaciones que señalan que estamos ante la necesidad de una respuesta consistente en un cambio de paradigma.
O la Política toma el control, o los mercados acaban primero con la moneda única y después con la Unión Europea y la civilización.
Julio Anguita. Ex Coordinador General de IU.