Los datos de venta de vivienda de ayer fueron muy malos, con una caída interanual del 17%. Ni siquiera el final de las desgravaciones ha ayudado.
Las cifras empezaron a repuntar en la primera mitad del año porque el estallido de la crisis congeló las ventas. Pero ahora que ese efecto estadístico se ha liquidado, volvemos a la dura realidad de un stock enorme sin salida.
Cierto es que se trata de un mercado muy dispar según las zonas. Sin embargo, los precios han vuelto a ralentizar su caída.
Ni los bancos ni los dueños aceptan que han de vender más barato. Y la Secretaría de Estado de Vivienda, con su política de continuos anuncios del final de la crisis, no ha contribuido a que cale esta realidad.
Mientras no bajen más los precios, el ciudadano carga con demasiada incertidumbre.