Opinión

Matthew Lynn: La Amenaza de Facebook a Google confunde a los burócratas de la UE

Cuál es exactamente la queja de la UE contra las mejores empresas tecnológicas de EEUU? La semana pasada, la UE abrió una investigación a Google por discriminar, supuestamente, en sus resultados de búsqueda en contra de servicios rivales. El año pasado, castigó a Intel con una multa de 1.060 millones de euros.

Y anteriormente, en esta misma década, la UE hizo pagar a Microsoft una sanción de casi 500 millones de euros. A este ritmo, en Facebook y Twitter deben ya de sentirse nerviosos.

¿Puede la UE jugar realmente a ser el policía de la industria tecnológica global? Por supuesto que no. Hay dos grandes problemas.

Primero, los desmanteladores de monopolios de la UE no parecen tener una idea muy clara sobre la diferencia entre un monopolio y una empresa muy, muy exitosa. Segundo, parecen envidiosos, en el mejor de los casos, o vengativos, en el peor de ellos.

Los reguladores europeos atacan constantemente a las empresas estadounidenses más destacadas, en tanto que no logran alentar demasiado a los competidores de sus propios países. La política antimonopolio no debe ser una forma de equilibrar la situación industrial entre continentes.

Google es sólo la última de una larga fila de empresas tecnológicas americanas que tienen problemas con los reguladores en Europa. Intel, el fabricante de chips más grande del mundo, fue multado por impedir, presuntamente, la competencia en el mercado de chips.

En 2004, Microsoft fue sancionada después de que la UE dictaminara que se estaba aprovechando de su posición dominante en los sistemas operativos de ordenadores personales.

En julio, la UE también entabló una investigación para establecer si IBM estaba abusando de su posición como proveedor dominante de computadoras de escritorio.

En el año 2001, la UE frenó la compra de Honeywell International por General Electric alegando razones de competencia, pese a que ninguna de las dos empresas era europea. La lista es larguísima.

A los abogados les corresponde discutir lo que está bien y mal en esos casos particulares. Pero hay dos grandes cuestiones que merecen un debate más amplio.

Primero, ¿sabe la UE si una empresa de tecnología está dominando el mercado y abusando de su poder? Lo único que hemos aprendido en las cuatro décadas transcurridas desde que surgió la economía digital es que tiene una tendencia natural al monopolio. También sabemos que esos monopolios, en general, son fugaces, volviéndose, por otra parte, cada vez más breves con el tiempo.

Durante mucho tiempo, IBM pareció un monopolio, hasta que lo desbarataron Microsoft y toda una serie de empresas que podían fabricar ordenadores más baratos. Después, Microsoft pareció todopoderoso hasta la llegada de Google y el resurgimiento de Apple.

Google tal vez parezca dominante ahora, pero Facebook está ganando terreno rápidamente. ¿Será Google tan fuerte como ahora dentro de un decenio? Mejor no apostar a que así sea.

De hecho, hay dos fuerzas operando en este ámbito. En la tecnología, hay una enorme ventaja para el que se mueve primero. La empresa que lanza en primer lugar un producto al mercado adquiere una gran ventaja sobre todas las demás. Y también hay un efecto red: la gente utiliza los sistemas operativos de Microsoft porque todos lo hacen. Lo mismo pasa con Facebook. Nos conectamos con esa red social porque es donde están nuestros amigos. Una consecuencia natural de ambas fuerzas son participaciones muy elevadas en el mercado.

Si un fabricante de cemento controlara el 90% del mercado, se podría sospechar que hay algo sucio en juego con lo que ha logrado expulsar a los rivales del sector. Pero cuando una empresa tecnológica tiene una participación en el mercado del 90%, suele ser, simplemente, el resultado de haber llegado primero y de que todos quieran usar el mismo sitio de Internet, motor de búsqueda o programa informático.

Esto no necesariamente significa que tal empresa tecnológica esté abusando de su posición o atropellando a sus rivales. Sencillamente se le ocurrió una idea primero y es realmente buena en lo que hace. Y, naturalmente, el mercado está en constante cambio. Rápidamente se inventa otra cosa. Es probable que empresarios competidores rompan el monopolio mucho más rápido que cualquier funcionario en Bruselas.

Segundo, ¿es realmente tarea de la UE vigilar a la industria tecnológica global? La UE parece estar verde de envidia atacando una y otra vez a las empresas estadounidenses más exitosas.

Europa no ha sido nada buena produciendo nuevos campeones de la alta tecnología. El único ganador de verdad es el fabricante de teléfonos móviles Nokia, y parece estar en retirada después de quedar rezagado en el área de los teléfonos inteligentes.

A los europeos probablemente no les impresionaría demasiado que EEUU entablara continuamente ataques legales contra, por ejemplo, los fabricantes de automóviles de lujo de Europa o sus casas de moda. Cabe que los estadounidenses vean cómo la UE la emprende con las compañías más innovadoras de EEUU y empiecen a preguntarse si esto no apunta más a castigar lo que se percibe como una dominación estadounidense del sector tecnológico que a abrir el mercado. Es, sin lugar a duda, lo que parece -y no es precisamente la imagen que la UE debería crear de sí misma-.

Si Google, Intel o IBM fueran verdaderos monopolios en vez de empresas exitosas en lo que hacen, ¿no sería mejor tener un enfoque global coordinado para reducir su poder? La UE puede reformar el sector de la electricidad europeo, o el lácteo, o el que fuere, pero no debe pretender reconfigurar el sector tecnológico global. Al tratar de hacerlo, parece estúpida e impotente.

A la UE le convendría más invertir su tiempo y su dinero en pensar de qué manera Europa podría empezar a producir algunos gigantes tecnológicos más, en lugar de atacar a los estadounidenses. Tal vez Google sea monopólico, o tal vez no.

Necesitamos, como mínimo, otro decenio para empezar a vislumbrar una decisión al respecto. Aun si lo fuera, es poco probable que Bruselas sea el mejor lugar para empezar a desbaratarlo.

Matthew Lynn. Analista de Bloomberg y autor de Bust, libro de próxima aparición sobre la crisis de la deuda griega.

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