E l cónclave de grandes empresarios, reunido en La Moncloa, no ha tenido más trascendencia y utilidad que la esperada, un mensaje visual a los mercados, acompañado posteriormente con las palabras del presidente del Gobierno, reafirmando la firmeza de las medidas ya anunciadas y la determinación de seguir por esa senda al precio que sea.
Desde luego no puede hablarse de acuerdo; ni la índole de la reunión ni tampoco las expectativas depositadas en ella inducían a tal suposición.
Por otra parte, ya es costumbre que el empresariado se limite a aconsejar, demandar y exigir sin que por su parte haya ninguna contrapartida, ningún compromiso, ninguna señal de corresponsabilidad. Las medidas tomadas por el Ejecutivo inciden solamente sobre asalariados, pensionistas y consumidores en general.
¿En qué han consistido las consejas empresariales? Veamos algunas perlas: reformas impopulares, invertir en España (¡em- presas españolas!) a condición de seguridad jurídica y condiciones atractivas, reformar la negociación colectiva y exportar más siendo más competitivos. Desde pedir más ajustes para los asalariados, pensionistas y parados hasta incumplimientos constitucionales (artículo 37) pasando por los tópicos más sobados, la clase empresarial le ha vuelto a demostrar al presidente una obviedad que él se empeña en ignorar: no tiene patria, sólo intereses.
Hace tiempo que el Ejecutivo debió preferir y marcar otras alianzas, otros apoyos y otras políticas. Y todo ello sin salirse de la legalidad constitucional.
Y mientras colea el sarao de La Moncloa, Paul Krugman y Nouriel Roubini continúan señalando la luna negra de la economía española: euro, deuda privada y pública, paro, fiscalidad regresiva, productividad, bandazos y sacrificios de los débiles en el altar del Moloch insaciable.
Lo que ocurre es que al Gobierno le da pavor ver lo que señalan éstos y muchos más economistas nacionales y foráneos. Prefiere mirarles el dedo y gobernar contra la mayoría.
Julio Anguita. Ex Coordinador General de IU.
