El BCE continúa comprando deuda. La semana pasada, al mayor ritmo desde julio. La autoridad monetaria europea demuestra que está dispuesta a enfrentar con vigor la volatilidad de los mercados.
Eso sí, su mensaje es menos abierto que el de la Fed, que tras la inyección de 600.000 millones de dólares, anuncia sin ningún rebozo que podría aumentarla. El BCE sigue comprando tiempo para sustentar un proceso en el que la UE dirime claves esenciales de su futuro.
Todos los ojos miran a Merkel, como si su actitud no revelara más contenido que el de no querer pagar los platos rotos de todos, en especial los de la periferia europea; en concreto, los de los países que no hicieron los deberes. Pero lo cierto es que el rechazo de Alemania a sufrir en su espalda la carga de la crisis de deuda significa al mismo tiempo su apuesta por el futuro del euro y su compromiso incluso con los países que fueron más imprudentes.
Hoy el dilema es si aumentar el fondo de rescate o emitir eurobonos. "No a todo", dicen los germanos. Porque la no ampliación del fondo de rescate reduce los conflictos de riesgo moral y la eventual propensión a la irresponsabilidad de algún miembro que vea un colchón garantizado.
Y las tentativas de instaurar los eurobonos nunca han prosperado porque meterían bajo la misma etiqueta a todos los miembros, pero su reclamo sería alemán. Mientras estas dudas están sobre la mesa europea, lo cierto es que se está logrando el difícil equilibrio de que los estados con problemas estén acometiendo reformas y abrazando la austeridad antes de verse al borde del precipicio, sin perder soberanía formal.