Según la encuesta de condiciones de vida (ECV) que acaba de adelantar el Instituto Nacional de Estadística (INE), este mismo año el 20,8% de los hogares españoles se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. ¿Y cuál es ese umbral?
Ese umbral -siempre según el INE y Eurostat - coincide con el 60 por ciento de la renta mediana, siendo la mediana aquella renta familiar por debajo y por encima de la cual está la mitad de los hogares. De la definición se deduce que ese umbral no es en realidad un indicador de la pobreza, sino de la buena o mala distribución de la renta.
Lo ilustraré con un ejemplo: Sean dos países: A y B. En A, la renta familiar es de 2.000 euros anuales y en el estado B de 25.000. Sin más cálculos, cualquier persona diría que A es un país pobre y B uno rico. Sin embargo, en A todos los hogares ingresan la misma cantidad y en B la distribución no es uniforme, sino que tiene una mediana de 24.500 euros y, por lo tanto, su umbral de la pobreza se coloca en 14.700, debajo del cual vive el 40% de sus hogares.
Pues bien, según los criterios del INE -que son los de Eurostat-, en el país A no hay ni un solo ciudadano pobre, mientras que en estado B el 40% de sus hogares se encuentra sumido en la pobreza.
Pero no terminan ahí los achaques que sufre la ECV. La encuesta obtiene las rentas preguntando a los encuestados, y éstos tienen la mala costumbre de mentir como bellacos cuando se les pregunta lo que ganan.
Estas sospechas se multiplican si acudimos, por ejemplo, a otra pregunta de la ECV: ¿tiene usted problemas para llegar a fin de mes? En el año 2004, es decir, durante la fase alcista del ciclo, el 64,4% de los encuestados dijo tener esos problemas y, ahora, cuando la situación económica es mucho peor, declara tener problemas para llegar a fin de mes tan sólo el 58,6% ¡¡5,8 puntos menos!! Lo cual resulta incomprensible.
En resumen, -y no es una opinión personal- una buena estadística tiene que huir, como de la peste, de las opiniones de los encuestados.
Joaquín Leguina es estadístico.