Los Presupuestos para 2011 portaban, al menos, tres llaves. Una, la que abre al Gobierno la puerta para conducir la economía a su antojo hasta el fin de la legislatura, lograda a través del habitual mercadeo.
Entre competencias e inversiones, Zapatero compra el apoyo de PNV y CC, desbaratando incluso el pacto gobernante en Canarias. Hasta aquí, sin sorpresas.
Otra abría la posibilidad de aprovechar el potencial de los PGE como herramienta esencial para reconducir la coyuntura: se ha malgastado al no incluirse medida estructural alguna de estímulo al crecimiento.
La tercera, dirigida a recortar déficit, se admite indirectamente insuficiente: Salgado afirma que de no perfilarse llegar al 6 por ciento de saldo negativo, no vacilará en medidas adicionales. Voilá el plan B que ella misma dijo que no era necesario.