El ex presidente de la Fed, Alan Greenspan, dijo una vez que no había mucho que los bancos centrales pudieran hacer respecto a las burbujas de precios en activos, porque es demasiado difícil detectarlas hasta que han explotado.
Las tipos de interés cercanos a cero están llevando a los inversores a buscar rendimientos significativos acumulando su efectivo en inversiones de mayor riesgo. Las ventas, que comprenden desde bonos empresariales hasta productos estructurados que usan derivados para aumentar los rendimientos, crecen de forma vertiginosa. Materias primas, fusiones y adquisiciones, bonos gubernamentales: todos atraen flujos de dinero barato.
Los bancos centrales de Europa y EEUU hicieron lo correcto al reducir el coste del endeudamiento en respuesta a la contracción del crédito hace dos años. Pero ahora se considera que esos niveles son normales. El presidente de la Fed, el gobernador del Banco de Inglaterra y el presidente del BCE deberían reconocer que los mercados están enloqueciendo y que con facilidad podrían desbaratar esas burbujas antes de que sea demasiado tarde. Las tipos de interés globales se encuentran en un mínimo histórico. En Gran Bretaña, la tasa de referencia es del 0,5 por ciento, la más baja desde la fundación del Banco de Inglaterra en 1694. En la zona del euro, el tipo de refinanciación principal es del 1 por ciento, el más bajo en la breve historia del BCE. En EEUU, la Fed redujo tipos a un récord del 0,25 por ciento. No sólo el interés es bajísimo, sino que se ha quedado así mucho tiempo. El BCE y el Banco de Inglaterra han mantenido la misma tasa desde el primer semestre del año pasado. La Fed no ha cambiado su tipo de referencia desde diciembre de 2008.
En un primer momento, se consideró que un precio bajo para el dinero era una medida de emergencia: una reducción temporal para hacer frente a una crisis extraordinaria. Pero 18 meses no es algo transitorio. Las tasas cero se han convertido en lo normal. Hay más posibilidades de descubrir hombrecitos verdes en Marte de que un banco central importante aumente el coste del crédito el año próximo. Si pasan otros seis meses, la mayor parte de nosotros probablemente habrá olvidado que el dinero que teníamos en el banco alguna vez obtuvo un interés. Sin duda, se está cambiando la forma en que la gente usa su dinero, y no necesariamente para bien. No tiene mucho sentido conservar dinero en efectivo cuando éste no gana nada. En lugar de ello, la gente busca algo que proporcione algún rendimiento.
La venta de bonos basura aumenta, y también los precios. Las empresas han emitido una cantidad sin precedentes de bonos de grado de no inversión en 2010. En EEUU, esa emisión de deuda ha subido a 200.000 millones este año, mientras que fue de 106.100 millones en igual período de 2009. Si nuestra calificación crediticia no es excelente, nunca ha sido más fácil reunir dinero en el mercado de bonos. De igual forma, la venta de bonos conocidos como pagarés estructurados, que usan derivados para aumentar el rendimiento de los inversores, aumentó 58 por ciento en el año que finalizó en agosto, aunque con frecuencia no son adecuados para inversores privados. Y éstas son sólo dos maneras en las que se distorsiona el mercado. También está pasando en otros lugares. Así, hay mucha actividad en los mercados de fusiones y adquisiciones. Si los ejecutivos pueden tomar crédito por casi nada y vender todos los bonos basura sin una calificación crediticia seria, ¿por qué no salir a comprar un competidor? Es más fácil que incrementar la cuota del mercado con productos mejores y precios más bajos.
En países como Gran Bretaña, el mercado inmobiliario sigue siendo sospechosamente flexible. ¿Y por qué no debería serlo? En un primer momento, los tipos tan bajos fueron un regalo del cielo para los propietarios de viviendas: los pagos hipotecarios se desplomaron. Ahora, mucha gente tiene propiedades y supone que pagará alrededor de un 3 por ciento anual de interés hipotecario, y que lo hará para siempre. Todos esos mercados han enloquecido. Entre los ahorradores, las tipos bajos generan una demanda de activos que en verdad no corresponden a las carteras de inversores comunes y que están destinadas a una declinación de precios una vez que el dinero vuelva a ser más caro. Entre los compradores de propiedades, y en el mercado empresarial de fusiones y adquisiciones, se está atrayendo a los compradores hacia una falsa sensación de seguridad.
Reducir las tasas de interés a un punto cercano a cero tenía sentido hace dos años, cuando el sistema financiero global parecía al borde de la implosión. Sin embargo, en términos generales la emergencia ha pasado. Ahora son más un problema que una solución. Los bancos centrales pueden creer que están apuntalando la demanda. Tal vez lo estén haciendo, en cierto sentido. Pero también tienen que reconocer que están distorsionando el mercado y creando nuevas burbujas. Hasta Greenspan coincidiría en que ya tuvimos suficiente de eso.
Matthew Lynn es analista de Bloomberg.