Opinión

Lorenzo B. de Quirós: ¿Qué izquierda?

En el epílogo de sus memorias, A Journey, Tony Blair analiza las causas de la derrota laborista en las elecciones generales del pasado marzo y señala cuál es la senda segura para que el partido hegemónico del centro-izquierda se instale durante un largo período de tiempo en la oposición e incluso permita a los liberal-demócratas convertirse en la principal formación del espectro político de la izquierda moderada.

Las reflexiones blairitas tienen una especial relevancia en un momento en el que el Partido Laborista ha elegido a Ed Miliband como su líder. Al mismo tiempo, los planteamientos del antiguo primer ministro de Reino Unido reflejan la encrucijada de la mayoría de los partidos socialdemócratas del Viejo Continente enfrentados a una elección: volver al pasado o bien avanzar hacia la modernidad, esto es, hacia el post-socialismo.

La derrota de Brown

Blair afirma que el laborismo ganó cuando era New Labour y perdió cuando dejó de serlo. Brown compró las tesis keynesianas para combatir la crisis y sucumbió a la creencia en una creciente y masiva intervención del Estado como la vía idónea para salir de la recesión. La gente entiende completamente la diferencia entre una intervención estatal orientada a estabilizar el mercado y el deseo del Gobierno de convertirse en el actor protagonista de la economía.

Los laboristas volvieron a ser el partido del gasto y de los impuestos altos y, en consecuencia, abrieron a los conservadores un espacio, el de la responsabilidad y el rigor económico-financiero, que el New Labour había ocupado desde su ascenso al poder en 1997. De repente, los viejos fantasmas del laborismo pre-blairita, que le habían enajenado el apoyo de las clases medias y del mundo empresarial, emergieron de sus tumbas. Brown perdió el centro y, con él, los comicios.

Los giros hacia la izquierda y sus consecuencias

Desde esta perspectiva, Blair afirma que el peligro para el Partido Laborista estriba en virar hacia la izquierda y está convencido de que ese desplazamiento amenazaría con transformar al laborismo en un partido con un apoyo electoral cada vez menor.

Pues bien, eso es precisamente lo que ha ocurrido en el Congreso de Manchester. Ed Miliband ha ganado a su hermano David gracias sólo y exclusivamente al voto de los sindicatos que se han convertido de nuevo en los factores determinantes de la política del partido, posición que habían perdido durante los años de liderazgo de Tony Blair. Esto significa el retorno al viejo laborismo y, en consecuencia, a la situación que favoreció diecisiete años de hegemonía conservadora.

El poder de los tories

En este contexto, la aparente debilidad del Gobierno conservador-liberal demócrata no es tal. Los tories son el partido que tiene la capacidad y el margen de actuación necesario para llevar la iniciativa. Pueden mantener su coalición con sus aliados o romperla y buscar un nuevo mandato sobre la base de que ellos están gobernando bien, pero lo harían mejor sin la hipoteca de la formación liderada por Nick Clegg.

Esto convierte a Cameron en el verdadero árbitro de la política británica de esta hora. Con un laborismo sesgado a la izquierda y contrario a plantear una estrategia creíble de reducción del endeudamiento del sector público en un entrono económico-financiero delicado, los conservadores se han transformado en la única fuerza capaz de garantizar la estabilidad. Ésta es la principal lectura de la elección de Ed Miliband como nuevo líder laborista.

Ante este panorama, la nueva izquierda propuesta por Blair se diferencia poco, por no decir nada, de la ofrecida por las formaciones de centro-derecha. A estas alturas, todos los partidos del mundo occidental comparten los valores de una sociedad con igualdad de oportunidades, de igualdad ante la ley de todos los seres humanos, etc.

En consecuencia, las diferencias reales entre las izquierdas y las derechas de los países avanzados estriban en los medios para lograr la concreción práctica de esos principios. De hecho, este enfoque supone la renuncia de facto a las políticas que han inspirado la actuación del socialismo democrático en la Europa continental desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

La tercera vía

En la práctica, la Tercera Vía de Blair o de Clinton se limitó a ofrecer el rostro humano del tacherismo y del reaganismo, a profundizar en muchos de los programas iniciados por ellos y a aceptar un marco institucional en el cual el mercado y no el Estado era el elemento esencial de regulación de la economía.

La reforma del Welfare State impulsada por el antiguo presidente norteamericano o los intentos de introducir competencia en los servicios públicos por parte de Blair son sólo dos ejemplos de políticas que se encuadran más en la tradición liberal que en la de la izquierda de inspiración socialista.

Si se da un paso hacia adelante y se contempla el futuro con perspectiva, la crisis y sus consecuencias han quebrado el discurso y las políticas de la socialdemocracia clásica. Esto abre grandes oportunidades para recrear una izquierda moderna, adaptada a las realidades del siglo XXI.

La coalición, en muchos casos anti natura, entre conservadores y liberales fue el resultado de la emergencia del marxismo y de la amenaza global planteada por el comunismo. Era una respuesta defensiva ante el desafío de ideologías que suponían la desaparición del orden social. En una era post-socialista como es a la que vamos, la izquierda o es liberal o se convertirá en una curiosidad arqueológica. Ésa es, en definitiva, la lección o la moraleja de las memorias de Tony Blair...

Lorenzo B. de Quirós, miembro del Consejo editorial de elEconomista.

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