El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, es absolutamente consciente de que lo más difícil de la huelga general no es lo que suceda hoy, sino la salida que se le dará mañana al conflicto. Por eso, desde hace algunos días está tendiendo puentes con los secretarios generales de UGT y CCOO para evitar que el conflicto se convierta en ruptura. Es consciente de que no puede dar marcha atrás en las promesas asumidas en Wall Street. Pero sí tiene margen para intentar reconducir más o menos las cosas.
Ambas partes son conscientes de que nada volverá a ser como antes. La estrategia de gobernar el país con una especie de tripartito en la sombra -Gobierno, UGT y CCOO- es irrepetible. Aquello fracasó cuando los mercados financieros decidieron dejar de prestar dinero a España mientras no cambiase la orientación de su política económica.
Por tanto, no hay margen para que el Ejecutivo dé marcha atrás en el duro ajuste fiscal que acompaña a los Presupuestos Generales del Estado para 2011. No tiene cabida una política de corte keynesiano como la que vienen reclamando los sindicatos, quienes defienden mantener e incrementar los estímulos al consumo para reactivar la actividad económica.
Reforma laboral y de las pensiones
Tampoco hay margen para que el Gobierno pueda retirar la reforma laboral ni para evitar que se apruebe la reforma de las pensiones antes de final de año.
El margen que existe es para negociar el reglamento que desarrolla la reforma laboral. "Haced vosotros las leyes y dejadme a mí los reglamentos", decía Romanones. Se puede dar una nueva orientación a la reforma de las pensiones, dejando en dique seco el retraso de la jubilación a los 67 años y utilizar una fórmula parecida a la que propone el PP, ampliando de 35 a 38 años el periodo de cotización obligatorio para cobrar una pensión máxima y dejar que sean los trabajadores quienes elijan los 20 mejores años de cotización para calcular la cuantía de las futuras pensiones.
También hay margen para replantear la negociación colectiva, que es la clave de la reforma laboral. Las negociaciones ya están muy avanzadas con la CEOE y, sin lugar a dudas, son el elemento fundamental para introducir mayor flexibilidad en el mercado de trabajo. El Gobierno se ha comprometido a dejar a las partes que se pongan de acuerdo en todo lo referente a su estructura, cláusulas de descuelgue, la ultractividad, la movilidad, la jerarquía de convenios (sectoriales, autonómicos, provinciales), categorías profesionales, etc.
Presupuestos generales
En cuanto a los Presupuestos, Zapatero se ha dejado en la bocamanga la posibilidad de negociar con los sindicatos una reforma fiscal más amplia que la anunciada por la vicepresidenta Elena Salgado. Subir un punto la fiscalidad a los altos ejecutivos es insuficiente. Existe margen para implantar la llamada tasa Tobin a los bancos y elevar las rentas del capital del 18 al 25%. Una medida que estaba prevista pero que no se aprobó en el último Consejo de Ministros para dárselo como botín de guerra a los sindicatos.
El presidente Zapatero tiene claros los errores de sus antecesores Felipe González y José María Aznar en anteriores huelgas generales. Por eso, la estrategia que utiliza es radicalmente distinta. El PP fracasó el 20 de junio de 2002 cuando el entonces ministro portavoz, Pío Cabanillas, se interpuso en el camino de los huelguistas y negó la huelga. Ése fue el momento en que una convocatoria que estaba siendo bastante floja se convirtió en una protesta general en toda regla.
La estrategia: facilitar la huelga
Zapatero ha utilizado la misma táctica de Stalin cuando las tropas nazis invadieron Rusia. Les dejó penetrar por la estepa rusa hasta Leningrado y allí se congelaron en sus propias ambiciones. El presidente socialista también ha evitado la confrontación. En ningún momento se ha opuesto a la huelga. Ha llegado a acuerdos en los servicios mínimos. Los medios estatales están ayudando a la convocatoria. La táctica es que los sindicatos se ahoguen en la inmensidad de sus reivindicaciones.
Por eso, el presidente ha mostrado su mejor talante para decir que asumirá todas las propuestas que se le presenten para crear empleo. Hasta ahora, después de tres años de crisis y con cuatro millones y medio de parados, los agentes sociales no han sido capaces de presentar ni una sola propuesta que no sea la de incrementar el gasto público o los funcionarios del INEM.
En esta ocasión, no ha habido decretazo, sino fracaso en la concertación social. Es decir, se trata de poner a patronal y sindicatos ante sus propias responsabilidades. Lo mismo sucede con las pensiones. Como afirma el secretario de Estado de la Seguridad Social, Octavio Granado, será la primera vez que el movimiento sindical se manifiesta en contra de la mejora de la esperanza de vida. Dado que éste es el auténtico problema a medio y largo plazo para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones públicas.
Es decir, Zapatero se está fijando en lo que pasó tras la gran huelga general del 14-D de 1988, cuando Felipe González intentó dimitir por no haber sido capaz de garantizar el derecho del trabajo y de circulación a todos los ciudadanos. Zapatero no va a dimitir, ni siquiera se va a plantear, como hizo Felipe González, que no garantizar el derecho al trabajo o a la libre circulación sea causa para dimitir.
La clave está en que los sindicatos no supieron cobrar la recompensa por el inmenso éxito que habían logrado con la movilización. No supieron cómo cobrar el premio. Eso les llevó a sufrir un enorme des- gaste, mientras Felipe González volvió a ganar las elecciones con mayoría absoluta. En esta ocasión, UGT y CCOO corren el peligro de que les suceda lo mismo: que no sepan cómo manejar sus éxitos, que no sepan qué hacer el día después.
Al presidente Zapatero ya le va bien afrontar una huelga general. Podrá demostrar a los mercados que no tiene las manos atadas para mantener la ortodoxia económica. Como se dice en los ámbitos sindicales, cualquier Gobierno que se precie tiene que haber sufrido su propia huelga general. Hasta el momento, la regla no ha fallado.
Mariano Guindal, periodista económico.