El Gobierno ha presentado sus Presupuestos para 2011. Y vuelve por sus fueros optimistas. Su previsión de crecimiento es del 1,3 por ciento, algo que resulta voluntarista si se tiene en cuenta que la mayoría de los expertos prevén tasas bastante menores. Incluso si se logra tal dato, no significa que se vaya a generar empleo, puesto que en España nunca se ha creado trabajo con la economía marchando a ritmos inferiores al 2 por ciento.
¿Podrá el cambio de modelo económico obrarse de la noche a la mañana para que esta tendencia cambie durante 2011? Lo dudamos. De hecho, la partida destinada a sufragar el paro en este ejercicio sólo se reduce lo justo para contemplar que a una parte de los desocupados se les acabará la prestación.
El desempleo es el mayor reto de esta economía. ¿Y qué se presenta en estos Presupuestos para atajarlo? Por un lado, el Ejecutivo sostiene que la Ley de Economía Sostenible propiciará modificaciones sustanciales al patrón de la economía. Sin embargo, más bien parece un galimatías a desarrollar en 10 años que aporta muy poco. Dista de ser un tratamiento de choque para el cáncer del paro. Como tampoco funcionará la reforma laboral tal y como está aprobada. Y la de las pensiones sólo se centraría en un problema futuro.
Por otro lado, es cierto que estos Presupuestos al menos contienen recortes significativos para hacer más sostenibles las finanzas del Estado. Sin embargo, no encontramos nada más. Su mayor reclamo consiste en alzas tributarias para los ricos. En el IRPF, se eleva el tipo al 44 para las rentas mayores de 120.000, y al 45 para los que superan los 150.000. Las retribuciones de los profesionales que trabajan en un proyecto durante varios años y lo cobran de una vez dejarán de deducirse el 40 por ciento cuando sobrepase los 300.000 euros. Este descuento se admite para compensar el hecho de que se declaren todas las rentas en el mismo ejercicio. Y se gravarán anualmente las plusvalías obtenidas por los socios de la sicav. Hasta ahora, estas tributaciones se diferían mientras el socio mantenía las rentabilidades en el fondo. Las tres medidas tendrán un efecto recaudatorio escaso, unos 300 millones,según el Gobierno. Sin embargo, las consecuencias pueden ser negativas. Sólo hay que tomar nota de lo que sucedió en el caso vasco para saber que, en cuanto se toque lo más mínimo el impuesto de las sicav, estas fortunas huirán del país usando el teclado de un ordenador. Además, se envía la perniciosa señal de que el Estado penalizará la generación de riqueza. Sobre todo parece que se persigue a los profesionales liberales de éxito, auténticos motores de la innovación que al año siguiente buscarán la forma de evitar el alza, quizá incluso contribuyendo por Sociedades.
La única lectura posible de estos retoques fiscales casi cosméticos es el guiño electoral. El Gobierno ya sabe que la políticas de izquierda fracasarían y que ha impuesto el grueso del sacrificio sobre las clases medias. Después de los ajustes en IVA, deducción de vivienda, pensiones, luz, 400 euros... necesitaba justificarse ante sus votantes. Tenía que proclamar que carga contra los presuntos ricos. No obstante, va a ser difícil que se cumpla su pronóstico de crecimiento y, por tanto, que cuadren las cuentas. Harán falta esfuerzos adicionales. El Ejecutivo ya estudia sectores y nichos que pueda gravar. Al final, empresarios y ciudadanos saben que se esperan más impuestos. La confianza de la que tanto habla Zapatero se anula. ¿Y qué hay de las soluciones para el paro? El presidente debería acometer recortes en el gasto corriente. Algo que ayuda al crecimiento porque libera recursos para el sector privado, en lugar de cargarlo con la expectativa de más gravámenes. Y esto se debe acompañar de un programa urgente de incentivos a las empresas para que contraten.