Los mercados se ceban con Irlanda. La primera nación que comenzó con los ajustes fiscales nota ya sus efectos. Su PIB ha recaído y su prima se ha ido a los 400 puntos. Portugal le sigue de cerca. ¿Puede salpicar este caso a Europa en una reedición de la crisis de deuda? Irlanda no sólo es víctima de una burbuja inmobiliaria brutal, sino que además padece un sector financiero que había adquirido un tamaño desproporcionado respecto al país.
Tres bancos abarcaban buena parte de la economía. Y los inversores se preocupan de que el Estado respalde a esas entidades pese a las enormes pérdidas que podrían acarrear, en especial después de que el Anglo Irish Bank precisase al menos 25.000 millones.
El endeudamiento público estaba en un 25%o del PIB antes de la crisis, pero podría colocarse en el 120 por los rescates. También Suecia sufrió en los 90, aunque más tarde recuperó parte del dinero por los activos.
El Gobierno irlandés teme ahora que la caída de los bancos arrastre aún más la economía, pero la expectativa del esfuerzo que tendrá que acometer para salvarlos podría elevar demasiado el coste de la financiación. Si acude al fondo europeo de rescate, lo estigmatizaría y no le dejaría emitir a largo.
Debe negociar con los acreedores de la banca. Una quita ordenada y bien comunicada evitaría un Lehman. Ése sería el peligro para Europa. Respecto a España, nuestros desequilibrios son menores, pero no debemos alardear de cuán bien se vende nuestra deuda con una prima tan alta como 180 puntos. De la lección irlandesa debemos aprender que, aunque nuestros recortes son más pequeños, éstos afectarán al crecimiento. No podemos confiarnos.