La vicepresidenta Salgado declaró ayer que las modificaciones fiscales eran suficientes y que tal vez sólo haya un pequeño ajuste dirigido a las rentas altas. A lo que a continuación añadió: "No sé por qué ustedes se niegan. Si preguntamos a las personas que tienen capacidad si están dispuestas a hacer un pequeño esfuerzo, estoy segura que dirán que sí, así que súmense a esa corriente y aprueben estas modificaciones fiscales". Ni siquiera hace falta un graduado en Economía para entender que nadie quiere más impuestos.
Pero cualquiera que haya estudiado tal materia, como la ministra, puede articular todo un entramado teórico que explica cómo los ciudadanos siempre intentan evitar el peso de los tributos. En este caso tiene un efecto recaudatorio mínimo, según Funcas unos 185 millones, y sin embargo ahuyenta a los que tienen más capacidad para llevarse el capital. Sólo se explica como un guiño electoral antes del 29-S. Y para compensarlo prepara una reducción de impuestos a las pymes que, si es como otras, al final tendrá tantas condiciones que beneficiará a muy pocas. Parece que más bien la tendencia que se vislumbra en el horizonte es la de subir tasas por sectores.
Y esas declaraciones las culminó encantada Salgado con el anuncio de que la agencia japonesa JCR le ha concedido la triple AAA, cuando la calificación que importa es la de Moody's en unos días. Quizás lo comentó para confirmar a su presidente, quien en una entrevista al Wall Street Journal dio por acabada la crisis de deuda a la vez que se le disparaba la prima a Portugal. Con esa verborrea, ¿vendemos España o la dejamos vendida?