Al Gobierno no le va el método del ensayo y error: continúa construyendo vías con piedras para el AVE , pese a tener comprobado que dañan los bajos del tren si éste rebasa los 300 km/h.
Tiene dos salidas: sacrificar la promesa de que avanzaría a 350 km/h y dejarlo en unos razonables 300, lo que rebaja el coste energético; o bien, en plena fase de recortes en la obra pública, modificar la infraestructura y hacer vías de hormigón, como en Alemania, lo que resulta muy caro. Impensable: sólo para las rutas a Barcelona y Valencia costaría 8.600 millones.
Llama la atención la imprevisión del Ejecutivo. Conociendo el problema y cómo evitarlo, no redefinió su planteamiento en los nuevos trayectos. No sólo se trata de hacer inversiones punteras sino de planearlas con máxima eficacia. Y esto no ha sido un ejemplo.