Se cumplen dos años de la quiebra de Lehman en septiembre de 2008 y parece que fue ayer. Y, finalmente, este mes ya tenemos una propuesta de las autoridades reguladoras para evitar otro susto como aquel, tan perjudicial para los corazones sensibles. Ahora tendrán que aprobarlo los del G-20 en Seúl en noviembre.
Si tuviéramos que resumirlo en una frase, diríamos que la solución es que las instituciones financieras estén menos endeudadas y dispongan de más capital. Y puestos manos a la obra, que sea capital de mayor calidad, lo que en lenguaje llano significa que el inversor que haya comprado estos títulos sepa que se la juega de verdad, a cambio de una mayor esperanza de rentabilidad.
Acuérdense de las participaciones preferentes emitidas por determinadas cajas que tuvieron que ser autorizadas a pagar intereses por el Banco de España porque, debido a la inexistencia de beneficio suficiente, no tenían derecho a hacerlo.
Colchón del 2,5%
Se han definido tres tramos de capital: el Common Capital, el Tier-1 y Capital Total, y se exige un 4,5, un 6 y un 8% a cada uno de ellos de los activos ponderados por riesgo. También se ha añadido un colchón adicional del 2,5%, que sólo se introducirá a partir de 2016. La medida me parece bien, pero habría que buscar otro nombre.
Esto de tener que poner un colchón suena a batacazo previo. Además, se ha añadido que si no se cumple, se limitaría la distribución de dividendos o el pago de bonus a los directivos. No se ha especificado si, adicionalmente, se les pondría de cara a la pared a la hora del patio. La verdad es que a mí, más que limitarlos, me parece más importante relacionarlos con la evolución a largo plazo, es decir, que cobren en 2014 el bonus por los resultados de 2010, si es que se confirma que esos resultados eran reales y no artificios contables.
Subida de tipos
Era indispensable ir en esta dirección. Las entidades financieras son instituciones demasiado endeudadas y hemos comprobado que no podían resistir la caída generalizada del valor de los activos en los que invertían. También es cierto que si el aumento de capital exigido a la banca se hubiese hecho de forma inmediata, muchas entidades habrían tenido que acudir al mercado y, previsiblemente, a tipos altos. Por ello, me parece una sensata decisión pedir estos aumentos de forma progresiva desde 2013 hasta 2019. ¿Le parece mucho? Es que tardaremos unos cuantos años en salir del lío en que nos hemos metido, y una banca en buena forma es necesaria para facilitar la recuperación de la economía.
Los responsables de las entidades financieras han reaccionado positivamente a estas decisiones. Imagino que por el plazo concedido. Pero ya han advertido que los créditos se encarecerán. Es normal y deseable.
Miren, es normal porque si los bancos tienen que pagar más por los recursos que obtienen, es obligado que tengan que pedir unos tipos de interés más elevados por el dinero que dejan. Y no se sorprendan porque haya dicho que es deseable. Es que entiendo que uno de los problemas que hemos tenido ha sido la concesión de créditos excesivamente baratos que hacían que cualquiera se atreviera a realizar un negocio, especialmente inmobiliario, porque la mayor parte del dinero la ponía otro y además era baratísimo.
Puntos claves
Aunque quedan muchos puntos por definir, entre ellos determinar con exactitud qué activos se aceptarán en cada tramo de los que hemos mencionado antes, las simulaciones efectuadas a los bancos y cajas españolas han dado un buen resultado, en el sentido de que la mayoría cumplen ya ahora los ratios de referencia, y las que no lo hacen necesitarían capital a partir de 2017, sin contar con las aportaciones de beneficios acumulados y las emisiones que pudieran hacer hasta entonces. Por lo tanto, se confirma la buena nota obtenida en los tests de estrés y la sensata intervención del Banco de España para impulsar la reforma del sistema financiero.
¿Y ya está? ¿Tanto lío del mundo mundial y ahora resulta que con un capital de mayor calidad se acaban los problemas? En absoluto. Queda mucho trabajo. Falta por decidir cómo hacemos más transparentes a las agencias de calificación que ponen los rating a la deuda pública y privada. A ver si es cierto que se atreven a poner en revisión la deuda americana, dado que su economía presenta ratios de déficit y deuda pública peores que los de otros a los que se les ha bajado la nota.
Falta por ver qué se hace con las operaciones fuera de balance y para asegurar que el emisor de cualquier título asume parte del riesgo hasta el final. Debemos decidir si seguimos aceptando las operaciones a corto al descubierto, que son la máxima expresión de la especulación. Y que conste que yo siempre he defendido que el que vendía deuda pública española en junio era un inversor que no confiaba en nosotros y no un especulador. El que hace una operación corta -es decir, pide prestado un título para venderlo apostando a su caída de precio para recom- prarlo después más barato y devolverlo a quien se lo ha dejado- también me parece un inversor que no confía en el emisor del título. Pero el que vende lo que no tiene ni prestado me suena a que yo le venda, sufrido lector, el piso de enfrente a mi casa, con la intención de comprarlo después a su actual propietario, pero más barato. Suena raro, ¿no?
Concluyendo, una propuesta del Grupo de Gobernadores y Jefes de Supervisión que va en la buena dirección, con mayores exigencias de capital a la banca, pero dándole el tiempo necesario para que no sea un obstáculo a la recuperación económica que tanto necesitamos.
Jordi Fabregat, profesor del Departamento de Control y Dirección Financiera de Esade.