Orson Welles decía que odiaba tanto la tele como los cacahuetes... y que no podía dejar de comer cacahuetes y engordar. Lo mismo le ocurre a los políticos. No pueden resistirse a la tentación de emplear las televisiones con fines partidistas... incluso si eso engorda su gasto.
El total de canales públicos en España cuesta por hogar unos 186 euros al año, sólo por detrás de Alemania y por delante de una corporación tan prestigiosa como la BBC. En el caso de RTVE, ésta recibirá 1.200 millones en 2010. Cierto que esta cifra en parte será luego devuelta cuando ingrese el canon impuesto a los canales privados y las telecos; pero también es verdad que tal tributo está recurrido en Bruselas y podría dictaminarse nulo.
Al menos, en el ente se han dado los pasos para recortar presupuesto, de modo que RTVE finalmente adapte su gasto a lo que recaude con el canon. Pero en las autonómicas no se ha aplicado la austeridad y este año obtendrán 1.172 millones para compensar sus pérdidas.
Por lo general, los canales están mal gestionados y acaparan puestos de trabajo que cualquier competidor privado tiene deslocalizados para ahorrar costes. Y muchas veces sucede al mismo tiempo lo contrario: se llega a la paradoja de subcontratar productoras para realizar un trabajo que se podría hacer más barato en casa.
La irrupción primero de las cadenas privadas y luego de la TDT pone en tela de juicio este modelo de televisión pública, en especial cuando parecen competir en tantas ocasiones con los mismos contenidos. ¿Por qué es intocable este servicio público y no lo son las infraestructuras o las pensiones?, pueden preguntarse los ciudadanos.