Opinión

Valentín Fernández: La deuda española y el vagón de cola

Hace pocos meses y en plena tormenta sobre la deuda soberana de los países europeos periféricos, hablábamos en estas páginas sobre la necesidad de que los mercados percibieran la firme voluntad del Gobierno de priorizar la reducción del déficit público para que se empezara a relajar el riesgo país, que en esos momentos superaba los 200 puntos básicos comparado con la referencia de los bonos alemanes.

Desde entonces, el Gobierno español ha anunciado como principales medidas la congelación de las pensiones, una reducción de salarios de los funcionarios y la subida del IVA. Las consecuencias de algunas de estas decisiones se verán a medio plazo, pero otras, como la subida del IVA, ya se están notando en una recuperación de los ingresos públicos. Pero, en general, parece que los mercados están otorgando mayor credibilidad a ese afán por acometer la reducción del desequilibrio presupuestario. De hecho, ese diferencial entre bonos se sitúa en 170 puntos básicos, y las últimas subastas se han cubierto satisfactoriamente para el Tesoro español en términos de importe y precio de lo adjudicado. Aunque no está del todo claro, parece que por primera vez desde hace bastantes meses buena parte de esas adjudicaciones han ido a manos de inversores extranjeros.

Sucede además que esa mejora se ha producido de una manera concreta y descolgándose de otros países como Portugal o Irlanda que siguen en niveles de riesgo similar a los peores momentos de comienzos del verano. En las últimas semanas, algunos gestores internacionales de fondos han manifestado claramente su visión de que a los niveles existentes la deuda española ofrecía atractivo. En una conversación privada con uno de ellos opinaba que si se produjera un escenario de quiebra en alguno de los países europeos ello acarrearía la ruptura del euro, y que si se diese ese escenario tendría consecuencias de tal calibre que el tener en cartera bonos de algunos países periféricos sería un problema menor en el contexto de sus posiciones globales de inversión.

Sea como fuere, nadie va a dar cheques en blanco y para consolidar cualquier mejora va a haber que seguir sudando la camiseta. Cierto es que vienen unos meses donde no hay una fuerte concentración de vencimientos, pero llegarán otra vez con intensidad a principios de 2011, año en que vencen más de 60.000 millones de euros. Mientras tanto, los ojos inversores van a estar muy atentos a los Presupuestos Generales de 2011 y a la marcha de la propia economía española.

Finalmente, cabría el debate sobre si en el contexto de persistente debilidad económica es preferible bajar los impuestos y estimular la demanda, para lo que habría que admitir transitoriamente un empeoramiento del déficit, pero con la esperanza de recuperar la recaudación con creces más adelante. Pero, seamos realistas, ésa no es una opción que se nos es dada en estos momentos, porque si queremos que la deuda soberana española salga del vagón de cola del tren de la unión monetaria europea, no podemos ir en otra dirección que la que marque el maquinista alemán. Pero, en fin, ese debate sería quizá motivo de otro artículo.

Valentín Fernández, director de Fonditel.

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