Seguramente, la Historia no hará famoso a Warren Buf- fett por sus predicciones acerca del futuro de los mercados, pero sí por su talento para distinguir empresas con gestores honestos y bien gestionadas. Y, de paso, hacerse rico.
Durante los pasados dos años, aquellos que se ganan la vida estimando el valor y el riesgo han debido de aprender muchas cosas. Pero a sabiendas o no, muchos han hecho suya la fórmula de Buffett y han comenzado a trabajar para evitar los graves errores de apreciación que conlleva basarse tan sólo en lo que creían entender: sus finanzas.
Esto mismo lo hemos visto evolucionar en los principales inversores de activos del mundo. Según nuestros datos, más de un 30 por ciento incluye ya a la hora de diseñar sus carteras de inversión nuevos criterios extra-financieros, sociales, ambientales o éticos como indicadores de la calidad de las prácticas de gestión.
A este nuevo enfoque le ha seguido la formación de analistas en un terreno que se ha venido a denominar ESG (Environmental, Social and Governance), así como la creación de agencias de calificación especializadas. Una de las más reputadas es Sustainable Asset Management, que desde 1999 selecciona las compañías constituyentes de los índices Dow Jones Sustainability y cuya nueva composición se anunció hace dos semanas.
En el último año, han aumentado un 20 por ciento los activos gestionados tomando como referencia este índice, lo que refleja bien los cambios que se están produciendo en la economía global y en el interés por una gestión sostenible. Desde su lanzamiento, las empresas europeas han sido tradicionalmente hegemónicas. Sin embargo, este año el 60 por ciento de las 45 compañías que deben abandonar el índice son europeas. Por el contrario, el 40 por ciento de las que han ingresado son norteamericanas y coreanas. Si Milton Friedman levantara la cabeza...
Como es conocido, el índice principal de Dow Jones Sustainability selecciona el 10 por ciento de las compañías de su índice global que considera más sostenibles, y por tanto más avanzadas en cuestiones de gobierno corporativo, sociales y ambientales. Una competición que incentiva a las principales empresas del mundo a mejorar todos los años.
Las compañías españolas han salido, una año más, bien paradas. La mitad de las elegibles han conseguido ser elegidas. Diecisiete proyectos distinguidos por prácticas a la altura de las mejores del mundo. Mapfre es una de las que se estrena este año. Por el contrario, tres compañías españolas que componían el índice el pasado año saldrán del índice global.
Alcanzar este Olimpo sólo es posible con una forma de gestionar que se explica fácilmente, pero que no es sencilla de poner en práctica. Una receta, al parecer, tan sólo al alcance de los gourmets del management.
Es comprensible que al leer la lista de las empresas que forman este índice uno eche en falta unas o le sobren otras. Esto puede deberse a que, como decía Shakespeare, bien pobre es el amor que puede medirse o, simplemente, a que su criterio es diferente. Y, desde luego, a la notable asimetría en la información del analista especializado en este concurso de belleza corporativa con respecto a cualquier ciudadano. Supongo que a Buffett le ocurre lo mismo.
Recomiendo prudentemente pensar que estamos tan sólo al principio del camino. Los trazos todavía son gruesos; los pasos, algo torpes, pero conscientes de estar viendo a pioneros del estilo de empresa de éxito de este siglo. Orville Wrights, en ese primer vuelo, gritando ¡volamos!
José Luis Blasco, socio responsable de Global Sustainability Services de KPMG en España.