España colocó ayer 3.970 millones de deuda con una demanda elevada. Una vez se ha relajado la crisis soberana, se están deshaciendo posiciones en dólares y se descarta que España vaya a incurrir en el impago, de modo que nuestros títulos ganan atractivo, pues abonamos más que los germanos. Tanto es así que se ha dado la paradoja de que Berlín ha tenido dificultades para completar emisiones por el precio tan bajo que ofrecía.
Con todo, no hay motivos para la complacencia. Todavía pagamos una rentabilidad alta: 170 puntos por encima de Alemania, y más caro que hace un año. Mejoramos porque se han dado pasos con las cajas y las reformas, pero quedan dudas sobre el crecimiento en el segundo semestre. Los mercados pueden ir por vaivenes; pero el impulso reformista no debe vacilar.