En las últimas semanas la ya de por sí efervescente discusión sobre neutralidad de red ha recibido dos controvertidas aportaciones relacionadas con las redes móviles.
Por un lado, un comunicado conjunto de las empresas Google y Verizon pedía la exclusión de las redes móviles de la aplicación de los principios de neutralidad de la red, apelando a la inmadurez y estado de formación de Internet móvil; por otro, desde Telefónica se manifestaba la opinión de que el modelo actual no es sostenible por el desacoplamiento entre ingresos y costes de funcionamiento de la Red, matizando no obstante que la neutralidad puede ser conciliada con la gestión de los activos del operador.
Cuestión de ingresos
Los operadores de telecomunicaciones se han beneficiado del crecimiento de Internet mientras el mercado de voz (llamadas) contraía sus ingresos tradicionales. La popularidad de la Red no se puede explicar sin el concurso de las tarifas planas, que han hecho posible que millones de usuarios se apunten a la fórmula de suscripción por un coste fijo. El atractivo del buffet libre ha generado volúmenes de ingresos con los que los operadores han mantenido el interés de los inversores por su negocio.
Ahora, cuando los ingresos reducen su ritmo de crecimiento y los costes -afectados por la explosión del vídeo en Internet- amenazan con multiplicarse, se constata que el modelo no es sostenible. Pero, ¿es el modelo o el margen sobre ingresos lo que no se sostiene? Al fin y al cabo, siempre ha habido unos usuarios que consumen más que otros; esto no parece ser tanto una cuestión de iniquidad (no es justo que unos usuarios subvencionen a otros) como de capacidad (el tráfico conjunto de los usuarios ha crecido más de lo que soporta nuestra Red actual).
Inversión o condicionando la demanda
Los operadores tienen dos opciones -no excluyentes- para regular los problemas de capacidad: invertir en modernizar o elevar la capacidad de la Red, o tratar de actuar sobre la demanda redefiniendo el servicio que se presta a los usuarios (aumentando los precios o condicionando el tráfico). Es en esta segunda opción donde topamos con la neutralidad. ¿Es neutral una red que emplea esquemas de precios distintos para diferentes patrones de consumo (por ejemplo, el usuario que utiliza correo y mail, respecto del que ve habitualmente televisión o vídeos de YouTube desde su PC) o la que ofrece dos precios distintos para la conexión de Internet móvil, uno con habilitación de voz sobre IP y otro sin ella?
La mayoría de formulaciones derivadas de la neutralidad de la Red, especialmente en el caso móvil, admitirían la tarificación por bloques de consumo o por aplicaciones, siempre que ésta sea transparente para el usuario y no sea discriminatoria por razón del contenido o proveedor. Pero conviene ser realistas y reconocer que, pese a que estos esquemas se vistan como una manera de desagraviar a los usuarios que consumen poco y subvencionan a otros, el cambio de modelo defendido en realidad significa una subida de precios que permita mitigar el desacoplamiento entre ingresos y costes. Tenemos el ejemplo de cómo se han resuelto las retarificaciones de los planes de datos de AT&T en EEUU y O2 en Reino Unido.
Ahora bien, admitir el ajuste en el modelo de ingresos que implique mayores precios como vía prioritaria de solución de los problemas ignoraría que sigue habiendo empresas e inversores muy dispuestos a financiar capacidad adicional. En Estados Unidos, un fondo de inversión gastará 70.000 millones de dólares para el despliegue de una red adicional 4G, y en este país hemos observado el vivo interés del sector del cable por acceder al espectro con el que competir con una quinta red de móvil.
La misma demanda que está provocando problemas de capacidad en determinadas zonas es la garantía de que existe espacio para nueva inversión, y de que los márgenes son atractivos para nuevos entrantes dispuestos a competir.
Manuel Sáenz, gerente de Deloitte.