"La huelga general es una putada", dice el secretario general de CCOO, Ignacio Fernández 'Toxo'. Si es así, pues no la convoque. Y responde: "No nos queda mas remedio". ¿Por qué? "Porque los trabajadores, la sociedad nos la está pidiendo". Mentira. La sociedad está cabreada, con la crisis, con los banqueros, con Zapatero, con su jefe, y sobre todo con el jefe de personal de su empresa. Pero eso no quiere decir que deseen perder un día de salario para expresar su enfado.
Si el día 29 de septiembre paran es por otra cosa: porque son progres, porque no quiere meterse en líos, por no parecer un "esquirol", por miedo a los piquetes, por no tener transporte público, o porque sí. Pero no porque estén convencidos que vaya a servir de nada.
De las seis huelgas generales que yo he vivido -cinco de ellas convocadas conjuntamente por CCOO y UGT-, ésta es sin lugar a dudas la más confusa. No se sabe muy bien qué es lo que pretenden conseguir con ella. Puedo intuir que de lo que se trata es de cambiar la política económica del Gobierno. Muy bien, ¿y qué es lo que proponen? ¿Volver a la que se venía haciendo en los últimos seis años bajo la influencia y complacencia de Candido Méndez entre otros?
Resulta difícil imaginar que lo que están pidiendo Méndez y Toxo sea la misma política que llevó a España al borde de la quiebra. ¿Se habrán enterado que Obama llamó a Zapatero el pasado 9 de mayo para decirle que nuestro país estaba en bancarrota? Seguro que lo saben, como seguro que saben que han sido incapaces de ponerse de acuerdo en la reforma laboral.
Por tanto, el éxito o fracaso de la huelga no va a estar tanto en el número de gente que la secunde, sino en los resultados que obtengan tras la misma, y éstos necesariamente van a ser escasos por no decir nulos. El Gobierno no les puede dar nada, y ellos lo saben. Como en la película que Kenneth Branagh estrenó en 1993 Muchoruido y pocasnueces, que diría William Shakespeare.
Mariano Guindal es periodista económico.