Opinión

Ricardo Caballero: Un helicóptero de dinero

La economía apenas tira. Aunque en parte es inevitable dada la magnitud de la conmoción financiera que poco a poco se abre camino hacia fuera del sistema, la política económica sigue teniendo un importante papel que desempeñar para evitar una recaída. Lamentablemente, la Reserva Federal tiene los recursos pero no los instrumentos, justo lo contrario que el Tesoro. Parece obvio que lo que necesitamos es una transferencia de la Fed al Tesoro.

No es un paso que se pueda tomar a la ligera, puesto que gran parte de los avances en la banca central durante las últimas décadas se han dirigido a otorgar a los bancos centrales independencia de unas ramas ejecutivas hambrientas. Aun así, todo buen sistema necesita cláusulas de escape para que siga manteniéndose como base durante la vida política diaria. Y el presidente de la Fed debería tener la última y tal vez la primera palabra sobre este asunto.

¿Y no es la facilitación cuantitativa justo esa política? No del todo. La expansión cuantitativa, si está dirigida a los Tesoros, añade un toque bueno a la mezcla al reducir el coste de financiar deuda pública, además de ayudar también algo con el coste a largo plazo del capital para el sector privado. Pero esos son efectos de segunda orden. El Tesoro sigue aumentando la deuda pública a un ritmo acelerado y una ligera rebaja en el coste del capital no ayuda demasiado al sector privado si no hay demanda agregada que compre los bienes en primer lugar.

Al contrario, lo que necesitamos es una expansión fiscal (entendida como una bajada amplia y provisional de los impuestos sobre las ventas) que no eleve la deuda pública por un importe equivalente. Se puede conseguir lanzando dinero desde el helicóptero al Tesoro o, lo que es lo mismo, mediante una donación monetaria de la Fed al Tesoro.

Los críticos dirán que eso es contabilidad vudú puesto que la hoja de balance consolidada del Gobierno, que incluye a la Fed, ha incurrido en un pasivo, aunque su argumento pasa por alto que la economía está en una franja de trampa de liquidez y, cuando suceda, el sistema vuelve a estar dispuesto a absorber cantidades ilimitadas de dinero. En ese contexto, al cambiar la composición del pasivo del sector público consolidado en la dirección del dinero, podríamos decir que el Gobierno gana una comida gratis.

También se puede criticar que, incluso si la lógica anterior es válida durante una trampa de liquidez, las cosas pueden descontrolarse enseguida en cuanto salgamos de ella. Mi contestación es que eso puede solucionarse si los mecanismos de la Fed están listos para un drenaje rápido en cuanto la economía haya salido del bosque (la Fed lleva tiempo trabajando en el diseño de esos mecanismos) y añadiendo una contingencia al vuelo del helicóptero. Por ejemplo, el Tesoro podría comprometerse a transferir recursos de vuelta a la Fed en cuanto la economía recupere el pleno empleo.

Desde la perspectiva de la estabilidad de la deuda pública, el escenario que debe preocupar es una combinación de amplios déficit fiscales y estancamiento. Al hacer que la deuda pública dependa del final del estancamiento, se evita el temido escenario. Y puesto que la deuda dependiente está en manos de la Fed, existe la ventaja añadida de que la ineficacia de la política monetaria en las inmediaciones de una trampa de liquidez se vuelva del revés al actuar como política fiscal.

Ricardo Caballero es profesor de Economía del MIT.

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