El desplome de las ventas de automóviles en agosto deja en evidencia la política de subsidios del Gobierno. Tras la subida del IVA y el fin de los planes de ayuda a la compra, las matriculaciones se han dado el batacazo. Se ha adelantado toda la demanda a unos precios subsidiados, y ahora el sector debe hacer frente al ajuste de una forma incluso más abrupta, justo cuando el Estado además no puede permitirse gastar más. El dolor se concentra sobre todo en la distribución.
En España, ésta consiste en negocios muy pequeños y con rentabilidades muy bajas, a veces incluso de un 1 por ciento. Los ajustes de plantilla y cierres se antojan inevitables. Algunas podrán encontrar un clavo donde agarrarse en las fusiones. Lo más probable es que las marcas exijan que haya un proceso de consolidación al ver como peligra su red de ventas. Y el otro segmento donde se va a concentrar el sufrimiento es el de la industria auxiliar.
Los fabricantes trabajan a una escala global y buscan que sus compañías de componentes les suministren en todo el mundo. Hay mucha empresa familiar que puede no sobrevivir a este proceso y que no tiene la capacidad para regular su producción igual que una multinacional. Respecto a las fábricas, venden en toda Europa y no dependen tanto de la demanda nacional.
Sin embargo, pueden aprovechar estos datos para amenazar a las autoridades locales hasta lograr exprimir más concesiones y ayudas. Muchos trabajadores dependen de ellos y sólo tienen que mencionar el caso del Este de Europa, que tiene costes más bajos, está cerca de Alemania y posee una cualificación casi tan alta.