Las batallas se pierden en cuanto los frentes proliferan sin control. Un consumado táctico como el presidente del Gobierno busca reducir conflictos a corto plazo para recuperar el terreno de aquí a las elecciones de 2012. Y la reforma de las pensiones puede ser la gran sacrificada con tal de llegar a esa cita electoral.
Zapatero es consciente de que las iniciativas anunciadas sobre Seguridad Social han suscitado gran rechazo entre todos los partidos de la oposición. Y no quiere brindar el argumento que más peso y seguimiento concedería a la huelga de los sindicatos en septiembre. Además, ahora se ve absorbido por una negociación con PNV para poder salvar la aprobación de los Presupuestos.
Un cambalache que muy probablemente entrañará una serie de concesiones al País Vasco muy difíciles de justificar en una Cataluña crispada por el Estatut. Podría prorrogar las Cuentas al igual que hizo Felipe González al final de su mandato. Pero esto implicaría la parálisis del Gobierno. Y la reforma de las pensiones es esencial que se apruebe porque está considerada por los mercados como una de las patas principales de la sostenibilidad de una economía.
Cuando los jubilados reciben más de lo que han aportado y la pirámide demográfica se invierte, hay que modificar el sistema para que sus costes no terminen pesando sobre toda la economía, tal y como recomienda el Libro Verde de la UE a España. Se trata de un problema estructural que no debemos posponer.
El Gobierno podría escuchar la propuesta de Fedea de encargarlo a una comisión de expertos para que de verdad no se convierta en una cuestión electoral.