Opinión

Carmen Enríquez: España-Marruecos: Condenados a entenderse

Es lógico que los líderes del Partido Popular se hayan extrañado de que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero haya pedido al Rey Juan Carlos que mediara para apaciguar las tensiones en la frontera entre Melilla y Marruecos. Para ellos, en una situación similar de crisis de relaciones entre el reino de España y el alauita, la referencia es lo que hizo el ex presidente del Partido Popular, rechazar cualquier intermediación del monarca español y ningunearlo. José María Aznar prefirió seguir alimentando la hostilidad con el país norteafricano, mostrar la cara más arrogante con los marroquíes en vez de utilizar a favor de España el especial y casi familiar trato que existe, desde siempre, entre la monarquía marroquí y la española. Era la política de la prepotencia y la agresividad, esa que nos llevó heroicamente (¡) a conquistar el peñón de Perejil, frente a la política de buena vecindad que por sentido común conviene mantener con los vecinos del otro lado del estrecho de Gibraltar.

Con esto, no quiero decir que haya que consentir las provocaciones y mirar hacia otro lado cuando las acciones de Marruecos suben injustificablemente de tono, como a veces hace el ministro de Asuntos Exteriores, obsesionado en arreglar él solo el conflicto árabe-israelí y pasar a la historia por ello. Pero siempre hay un punto de equilibrio en la balanza que es el que sensatamente hay que tratar de buscar. La vía que se debe utilizar es, por lógica, la diplomática. Y dentro de eso, las gestiones de todo tipo, conversación de rey a rey incluidas.

Todo menos irse en plan rambo al lugar del conflicto, hacer declaraciones incendiarias en contra del Gobierno de tu país, como ha hecho Aznar, y a provocar de nuevo un cortocircuito. Eso, francamente, está muy lejos de ser considerado patriotismo.

Carmen Enríquez, periodista especializada en información de la Casa Real.

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