Una vez más, la superestructura política navega por mares distantes y distintos a las aguas en las que faena la ciudadanía. El paisaje mediático es un monótono monotema sobre la autodeterminación, el derecho a decidir, el fin del "pacto constitucional", como consecuencia de la "agresión" del Tribunal Constitucional y su "nefanda" sentencia a una Cataluña "ofendida".
¿Realmente es así?, ¿verdaderamente la ciudadanía vive en un sinvivir debatiéndose en la definición de su quinta esencia nacional-nacionalista?, ¿nuestro norte vital es la búsqueda y recuperación de ?nuestra identidad??
¿La modernidad pasa por la represión al nacionalismo romántico ?y mitománico? del sigloXIX?, ¿los catalanes (o vascos, o riojanos) se levantan cada mañana asistidos por un psicólogo- sociólogo de guardia? Veamos.
Son una minoría
Una reciente encuesta nos descubre que en las ?nacionalidades históricas? vasca y catalana el sentimiento de propia identidad exclusiva y excluyente de toda contaminación española alcanza? ¡¡un 23,7 y un 13,6%, respectivamente!!
Y el sentimiento de reconocerse en mayor o menor grado (sólo español, tanto como vasco o catalán omenos que ello) es rotundamente mayoritario: el 76% y el 83,4%.
Claro y rotundo, son sólo esos minoritarios porcentajes (aunque relevantes) de población quienes se definen como ?exclusivamente? vascos o catalanes (lo que tampoco significa que deseen todos la independencia).
Y si acudimos a otra ?nacionalidad histórica? (esto es, con lengua propia) como es Galicia, el número de gallegos ?puros y duros? no llega al 2%.
¿Con estos datos tiene sentido el engolfamiento, el ensimismamiento patológico en la metafísica de quiénes somos y a dónde vamos, de la patria perdida y reencontrable?
Concluyo: ese mismo organismo encuestador, el CIS, recoge que el mayor problema que perciben los ciudadanos tras la crisis y el paro es... la clase política.
Javier Nart, abogado.