Según un informe de la Agencia Tributaria, Ferrovial, la constructora que preside Rafael del Pino, pagó comisiones al ex gestor del Palau de la Música, Félix Millet. Cantidades que fueron a parar, según el informe, a cargos de CiU y a las arcas de la Generalitat y que tenían como contrapartida concesiones de obras públicas a Ferrovial.
Estos hechos contravienen el juego limpio y el propio código ético de la compañía, aprobado convenientemente en 2004, después de haberse producido el grueso de los pagos. El código de la cotizada prohíbe pagos que "alteren el desarrollo de las relaciones comerciales, administrativas o profesionales" y la recepción de "regalos, dádivas o favores fuera de los usos del mercado". Así, pues, las normas de conducta de Ferrovial son papel mojado. Una irregularidad inadmisible en una cotizada del Ibex 35, propietaria del aeropuerto de Heathrow y que creó una división específica para potenciar la Responsabilidad Social Corporativa.
Hay que llegar más allá de la dirección de auditoría interna, hasta su presidente, quien, si se derivaran responsabilidades penales, deberá asumirlas. No sirve el débil argumento de que en su web los proveedores y accionistas pueden poner denuncias anónimas y que ninguna ha acabado en investigación.
La integridad se demuestra depurando responsabilidades, poniendo la empresa boca abajo, peinándola hasta que salga todo. Ante la sombra de prácticas ilegítimas hay que actuar como Siemens en su día: contrató un gabinete que colaboró con las autoridades y no le tembló la mano en que cayera quien tuviera que caer. Es lo que debe hacer Ferrovial: una investigación interna.