La campaña estival está sosteniendo algunas cifras. Igual que ocurrió con el último dato de paro registrado, son ahora las rebajas las protagonistas. Frente al negro horizonte que se avistaba, de una posible merma del 10 por ciento en la facturación respecto al verano anterior, lo cierto es que los comercios están manteniendo el tipo con los descuentos típicos de estas fechas.
Hay que examinar el dato con cautela. No olvidemos la prontitud e intensidad con que comenzaron las rebajas, algunas de hasta el 70 por ciento del precio. Dado que en julio entró en vigor la subida del IVA, estos descuentos suponen un sobreesfuerzo para el comercio, que si bien en ingresos apenas notará impacto, sí acusará un debilitamiento de sus márgenes.
En resumen, la parte del IVA que no se traslada al consumidor la están soportando las empresas en sus cuentas de resultados. Pero con el consumo alicaído no pueden permitirse otra salida. El riesgo de perder clientela es, en definitiva, mucho más preocupante que el de sacrificar beneficios. Por tanto, bajo la buena marcha de las rebajas subyace un síntoma de debilidad y de la gravedad de la coyuntura.
De hecho, a pesar de la marcha de la campaña, lo cierto es que, según estimaciones, los españoles destinan este año a las rebajas casi la mitad que en la precrisis: 130 frente a 65 euros por persona. Es decir, las tiendas mantienen la facturación gracias a que están que lo tiran y los brutales descuentos permiten una buena evolución de las ventas aunque el ciudadano no pueda permitirse el ritmo de antes. Mala mezcla que no huele a recuperación.