En contra de lo que parece ser una opinión generalizada tras la publicación de los resultados de los test de estrés por el Banco de España, en mi caso las pruebas han hecho honor a su denominación y ando próximo a sumirme en un estado de estrés. Sin embargo, advierto una tranquilidad y complacencia que me hacen pensar si todos los problemas se nos hubieran resuelto y un servidor no se hubiera percatado de la nueva realidad. Por mi parte, creo que hoy martes la situación es incluso peor.
Personalmente, creo que los resultados publicados tienen distintos niveles de interpretación. Primero, la difícil comparación entre las entidades norteamericanas y las europeas, por los distintos parámetros de evaluación; segundo, la también difícil comparación entre entidades y Estados europeos, que no todos han enseñado sus vergüenzas por igual; y, tercero, ahora a nivel nacional, que me sorprende que nuestro problema financiero se resuma en 1.800 millones adicionales a cargo del Frob o de cualquier otro inversor.
De entrada, que España someta a 27 entidades, entre un total de 91 a nivel europeo, ya da qué pensar. Particularmente, permite imaginar la difícil superación de una situación igual a la vivida con la deuda pública en el mes de mayo previo. De seguido y ratificando lo anterior, piensen que Francia o Reino Unido sometieron a cuatro entidades cada una, por las 14 que Alemania presentó en total. Y nosotros 27. Eso me sigue dando qué pensar.
Pero, sobre todo, lo que me da qué pensar, y no del todo para bien, no es precisamente la lectura de futuro que ha hecho el supervisor. Lo que me preocupa es la lectura del pasado inmediatamente anterior. Y es que, en lugar de realizar proyecciones a futuro, con el riesgo que tienen de equivocación, se me ha ocurrido acudir a ver cuál era la situación en diciembre de 2009.
La sorpresa no se ha hecho esperar. Y no ha sido otra que el enorme deterioro sufrido por los recursos propios de la práctica totalidad de las 27 entidades sometidas a la prueba de tensión. Situaciones que, en algunos casos, aun tomando como valor actual la cifra posterior a la inyección de capital por el Frob, llegan a experimentar hasta cerca de un 40% de reducción. Y eso que el test no evaluaba problemas de inversión soberana ni de liquidez. En definitiva, o el mundo o yo, pero alguien lo ve todo del revés.
Juan Ignacio Sanz Caballero, profesor de Banca y Mercados de Valores. Facultad de Derecho de Esade.