La banca europea ha salido bien parada de los test de estrés, con sólo siete suspensos entre las 91 entidades analizadas. Pero ahora surge el verdadero examen, el de la solvencia... de las propias pruebas. Si se hicieron para generar confianza no se antojan nada positivas las dudas surgidas en torno a los criterios con que se han confeccionado.
Desde el otro lado del Atlántico se critica al Viejo Continente que, dada la elevada exposición a la deuda soberana de la banca europea, los test no planteen un escenario de default en algún país ni ningún otro shock extremo.
Ello hace que estas pruebas parezcan un examen a medida. Y bonificado, porque se está dejando al margen el hecho de que el engranaje del mercado interbancario europeo funciona gracias a la lubricación del BCE.