H ace unos días tuvo lugar en este país el llamado Debate sobre el Estado de la Nación.
La conclusión a que fácilmente se llega es que una gran mayoría de ciudadanos no muy entendidos en materia política y económica están absolutamente hartos y que parte de su imposible paraíso particular es aquél en el que desaparezcan todos los políticos del mapa. Y hay otro grupo de ciudadanos que en algún modo saben de qué va la economía y la política de la nación, que se encuentran en estado de desolación.
Escribo sobre los que actualmente, y cada vez con mayor reiteración, se denominan ciudadanos de a pie. La calificación sólo la encuentro justificada si estamos diferenciando a los que tienen coche oficial y a los que no, los segundos son los de a pie.
¿Qué eco puede tener un debate cuyos momentos culminantes son: "márchese", "convoque elecciones", e "intente echarme", "presente una moción de censura"? ¡ Si eso ya lo sabemos todos! El que está sentado no se quiere levantar y el que está de pie se quiere sentar. Para llegar a estas brillantes conclusiones no hace falta un debate, ni siquiera una conversación de café.
La sesión se debería llamar y, desde luego, fijar su contenido en "Debate sobre la situación de los Ciudadanos". La ciudadanía quiere que se debata la situación que le afecta en forma directa y que se le ofrezcan soluciones que produzcan un efecto inmediato: ¿cuánto tiempo va a durar esta situación económica con más de cuatro millones de parados y qué medidas se están tomando para hacerla desaparecer?, ¿con qué medidas se va a resolver la ausencia de crédito a las empresas?, ¿qué se va a hacer con la inmensa corrupción que está impregnando todo el país y que, parece ser, nadie tiene intención de corregir y sí de aprovechar?, podría hablarse también de qué impacto va a tener la progresiva retirada de subvenciones de la UE, que va a afectar a toda nuestra agricultura o, al menos, a producciones muy importantes, en fin, y muchos otros temas de gran importancia.
Desengáñense, si es que están engañados, señores diputados. El problema inmediato de la mayoría de los ciudadanos, en el momento actual, no es el nivel de inteligencia de uno u otro líder, ni su carisma, ni su capacidad de liderazgo, ni el incumplimiento de promesas hechas en campañas electorales. Ni tampoco si determinadas agrupaciones de políticos abanderan más o menos autonomías e incluso pronuncian la palabra independencia. Todo ello lo discutiremos o lo discutirán ustedes cuando el ciudadano tenga claro cómo llegar a fin de mes, cosa que, por el momento, no tiene claro.
Elisa Martínez de Miguel, socia de Neumann International AG.