Ha quedado para la historia que, entre 1977 y 1982, los sucesivos Gobiernos de UCD, apremiados por los intensos problemas políticos de la Transición, no hicieron nada para solucionar los económicos y tuvo que llegar el PSOE a salvar la comprometida situación, asumiendo el elevado coste social de unas medidas impopulares pero necesarias.
Sin embargo, en este artículo defendemos que esta visión mítica no se sostiene, ya que las medidas adoptadas por el Gobierno socialista no fueron ni tan valientes ni tan acertadas como se suele afirmar, y la reestructuración de la siderurgia integral nos ofrece un buen ejemplo de ello.
Felipe González calificó de necrosis el proceso de deterioro industrial que se encontró al llegar al poder en 1982. El Ejecutivo socialista tuvo encima de la mesa la propuesta de reestructuración del sector realizada por el anterior Gobierno, apoyada en un razonado documento técnico elaborado por la Kawasaki Steel Corporation.
El informe Kawasaki
El conocido como Informe Kawasaki concluía que el futuro del sector en España pasaba por terminar de construir en Sagunto la nueva siderúrgica integral -la llamada IV Planta-, de dimensiones y tecnología similares a las que se estaban estableciendo en Japón y Europa Occidental.
Desde sus comienzos, un decenio atrás, se había decidido que debía hacerse en la localidad valenciana por dos motivos: su cercanía a los principales mercados de la nación y de otros países del mediterráneo, y la preexistencia de una vieja fábrica siderúrgica con 5.000 obreros cualificados.
La propuesta del Informe Kawasaki iba en contra del deseo de los sindicatos de potenciar las tradicionales siderúrgicas de Asturias (Ensidesa) y el País Vasco (Altos Hornos de Vizcaya), por lo que fue contestada con una fenomenal oposición de los mismos, pese a que no hacía más que poner en negro sobre blanco lo que todos nuestros vecinos europeos sabían que debía hacerse y se preparaban a acometer.
La decisión errónea
Por lo tanto, en 1983 el Gobierno socialista tuvo que optar. O bien tomaba la decisión correcta en los términos económicos más beneficiosos para el país a largo plazo, enfrentándose a los poderes sindicales y regionales, o bien obtenía paz social a corto plazo, a cambio del mal menor de no contar en el futuro con una siderurgia moderna y competitiva.
Las negociaciones para la entrada en el Mercado Común enfilaban su recta final y los franceses ponían pegas a nuestra capacidad siderúrgica, en especial al proyecto de la planta de Sagunto, que podía hacer mucho daño a la fábrica que estaban construyendo en Marsella.
Entonces, el Ejecutivo de González rechazó el Informe Kawasaki y decidió hacer lo contrario de lo que se estaba haciendo en el resto de Europa: apostó por las siderurgias tradicionales vizcaína y asturiana y arrinconó el proyecto de la nueva siderúrgica valenciana.
La decisión del Gobierno no fue valiente: hizo recaer sobre la parte más débil, los trabajadores de Sagunto, el coste de la reestructuración del sector, cerrando en octubre de 1984 la vieja fábrica y abandonando definitivamente el proyecto de la IV Planta. Para garantizar la paz social, el Gobierno aprobó unas costosísimas inversiones en Asturias y Vizcaya que, en teoría, asegurarían el futuro de las siderúrgicas del norte, moderando así la respuesta de unos sindicatos que se dieron por satisfechos al haber salvado el grueso de las plantillas del sector y varios miles de puestos indirectos a cambio del sacrificio de los trabajadores de Sagunto.
La decisión óptima desde el punto de vista técnico y económico, la única que nos habría llevado a poseer en suelo patrio una de las fábricas siderúrgicas más competitivas del mundo, que nos habría ahorrado ser estructuralmente deficitarios en productos siderúrgicos planos -los destinados a la fabricación de automóviles y electrodomésticos-, se aparcó en beneficio de la paz social a corto plazo y de la paz con nuestros vecinos en las negociaciones para entrar en el Mercado Común.
Mientras tanto, los franceses concluían su fábrica de Marsella y corrían a abastecernos de los productos que tanto necesitábamos. Una vez más en nuestra historia, y duele decirlo, no pudimos ser Francia, pero no por escasez de competencias técnicas y económicas sino por falta de valentía política. La fórmula del como sea no es invento reciente.
El precio a pagar
La crisis de principios de los noventa revelaría la magnitud del error. Altos Hornos de Vizcaya (AHV) se demostró inviable y las instalaciones construidas a mediados de los años ochenta fueron desmanteladas, tras haber invertido inútilmente una cantidad enorme de recursos públicos que ni siquiera sirvió para obtener el agradecimiento de los nacionalistas.
Hoy es el día en que muchos vascos piensan, de manera típicamente victimista, que el Gobierno español abandonó a su suerte a AHV, una percepción injusta de los hechos que el PNV se ha encargado de promocionar. La siderurgia asturiana, tras unas inversiones que no desmerecieron a las realizadas en el solar vasco, también tuvo que reducir su plantilla y cerrar parte de sus instalaciones.
La irónica lección de todo esto es que finalmente Felipe González no pudo evitar tener a los dos sindicatos mayoritarios de frente en cuanto dijo hasta aquí hemos llegado. Pero eso ocurrió con la huelga general de 1988, seis años después de alcanzar el poder y tras haber cometido un buen puñado de costosos errores. ¿Les suena? Sin embargo, es difícil creer que nuestro gobernante actual vaya a sufrir semejante caída del caballo sin que le empujen: a fin de cuentas, Zapatero no es González, para qué nos vamos a engañar.
Hace un cuarto de siglo, el proceso avanzado de necrosis que sufría nuestra industria se interrumpió y las células muertas fueron sustituidas por otras, renovadas, gracias a la entrada en el Mercado Común, aquel objetivo que había que alcanzar como fuera. Entonces Europa cubrió nuestras vergüenzas y España salió del agujero. El problema es que hoy esa solución de recambio no se ve por ningún lado.
Pablo Díaz y Miguel Ángel Sáez, autores del libro El puerto del acero. Historia de la siderurgia de Sagunto (1900-1984).