Los miembros del Grupo de Reflexión, tras señalar el núcleo de problemas mundiales a los que se enfrenta la Unión Europea, subrayan con especial énfasis el desplazamiento del centro de gravedad -hasta ahora en un único polo occidental- hacia otros polos públicos y privados, pero de manera especial hacia "arriba", hacia las instituciones trans- nacionales.
La consecuencia de esta realidad es la falta de gobernanza, de entidad orgánica e institucional para abordar los retos que se plantean. Los autores señalan con insistencia que esta falta de dirección cohesionada -o de dirección, simplemente- se nota en la manera en que se han abordado los últimos problemas financieros; es decir, se necesita una gobernanza económica para evitar en un futuro "los choques asimétricos derivados de la coexistencia de una moneda única y un mercado interior con distintas políticas económicas".
Es notable el llamamiento a la reforma del funcionamiento de las instituciones financieras y de sus mecanismos de vigilancia y control "para evitar que estemos incubando ya la próxima crisis". Esta hipótesis está casi avalada por la constatación de que "nada ha cambiado en el comportamiento de las entidades financieras que nos llevó a la crisis". El deseo que muestran en torno a que el G-20 sea el centro de los impulsos reformistas creo que ya sido contestado en la cumbre de Toronto. En cuanto a que la Unión Europea pueda realizar ese papel también ha sido contestado en la última cumbre europea.
¿Cuál es entonces el eje primordial en torno al cual se deben desarrollar una reformas que los informantes califican de urgentes? Para el horizonte 2020- 2030 consideran que "los europeos necesitamos una economía social de mercado altamente competitiva y sostenible, si queremos mantener la cohesión social y luchar contra el cambio climático". Y ello por el compromiso que la Unión Europea debe afrontar: reformarse o decaer.
Julio Anguita, ex coordinador general de IU.