Creo que no viviremos tranquilos ni descansaremos hasta que el Banco de España haga públicos los test de estrés de las entidades financieras españolas, el viernes próximo. Los resultados serán buenos, en líneas generales, no me cabe duda. Es la manera que tiene el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, de mostrar al mundo que si los bancos españoles toman uno de cada cuatro euros prestados por el BCE es por necesidad de liquidez, pero no de solvencia.
La idea la ha hecho suya también Zapatero por sugerencia de la banca, cuyos ratings están castigados por la posibilidad de que España no pueda hacer frente a sus compromisos financieros en el futuro. La banca española quiere demostrar que ha hecho los deberes y, sobre todo, que está a años luz de la germana, que ha resultado muy perjudicada en esta crisis y debe aún purgar miles de millones.
La consigna del Palacio de la Moncloa es no hablar mal de España para evitar, a toda costa, que empeore el diferencial de la deuda con Alemania, la situación sea insostenible y nos obligue a acudir al fondo de rescate europeo.
-Eso sería mortal no sólo para el país, sino para las empresas y las entidades financieras, señala con expresión de pánico un banquero, que prefiere el anonimato.
-Hable bien de España, señor Rajoy, hable bien de España, le espetó Zapatero al líder de la oposición.
Y yo me pregunto, ¿acaso vamos a solucionar nuestros problemas porque no hablemos de ellos? Si no lo hacemos, serán otros los pregoneros de nuestras dificultades. Además, si se baja la presión, Zapatero se dormirá en los laureles.
-Yo llamo de vez en cuando al presidente para darle mi opinión sobre algunos temas, la mayoría de las veces te dice que sí, pero luego hace lo que le da la gana, me confiesa otro empresario.
Zapatero es imprevisible. Sus decisiones van a remolque de los acontecimientos, en lugar de ir por delante. Algo similar ocurre con el Banco de España. Cuando todo el mundo apuntaba a Unicaja, es la BBK la que se alza con la victoria de CajaSur.
La puja era reñida, pero probablemente la haya inclinado en su contra el presidente andaluz, José Antonio Griñán, con sus declaraciones públicas para que el ganador fuera una entidad andaluza.
La decisión de Ordóñez le libra de la sospecha de ceder a las presiones autonómicas y le permite presumir de promover una fusión interregional, cuando lleva dos años rindiéndose a los intereses políticos de los gobiernos autonómicos.
Braulio Medel, que se ha fajado por defender la independencia de Unicaja ante al Ejecutivo andaluz de turno, ha podido ser víctima del llamado fuego amigo, ya sea por parte de Griñán o de Zapatero.
Las mismas presiones locales y autonómicas han llevado a los directivos de la CAM a plantarse ante el presidente de Cajastur, Manuel Menéndez, por querer alargar su mandato doce años. La queja es insólita, ya que es el periodo que marca la Ley de Cajas.
La CAM rehusó caer bajo la égida de Rodrigo Rato y ahora aspira a liderar un grupo de pequeñas cajas. Es como querer marcar un gol después de concluir el partido. Las críticas durísimas que sufre el presidente de Bancaja, José Luis Olivas, por unirse a Caja Madrid en la Comunidad Valenciana han hecho cambiar de opinión, probablemente, a la CAM.
La coacción es tan fuerte que prefieren la intervención a formalizar los compromisos adquiridos. De paso, quedan como héroes locales o rebeldes sin causa. El resultado será el mismo y no deja de ser una villanía. La misma que cometió el superjuez Baltasar Garzón. Por un lado, aplicaba la Justicia sin piedad y, por el otro, tendía la mano a las grandes empresas españolas para financiar sus seminarios en el extranjero. Hasta 1 millón de dólares logró Garzón con estos hábitos. El culmen del despropósito ocurrió con el BBVA, mientras investigaba a su presidente, Emilio Ybarra, pedía patrocinios a Francisco González. Ya lo decía Cervantes: "Los villanos pueden poco, aunque sean muchos".