Son cada vez más síntomas los que ubican a la economía española en ese punto, indeseado por todos, de tener que hacer uso del rescate dispuesto por la UE y el FMI para países en serias dificultades. El cóctel es explosivo. Una vez más ayer se sucedieron los empujones al borde del desfiladero.
Un informe de Merrill Lynch vislumbra como escenario más probable para España el de recurrir al paquete de rescate europeo, incluso con elecciones anticipadas de por medio, y de que varias entidades financieras reciban inyecciones de liquidez. La rebaja de rating por parte de Moody's a cinco autonomías pone de relieve el fuerte deterioro de los estados financieros así como las casi nulas perspectivas de reactivación. Con todo, la bolsa española caía ayer, no tanto como en recientes jornadas adversas, pero sí constatando la debilidad de los tímidos amagos de mejora.
Ante la amenaza deflacionista, con China debilitándose, EEUU pugnando por aventajar a Europa en la resolución del dilema déficit/crecimiento, con el marasmo financiero sin resolverse y las previsiones de beneficio cayendo, todo apunta a que el Ibex pueda abrirse a un suelo más bajo del previsto. Los mercados están nerviosos, España provoca todo menos confianza y está en todas las apuestas para un plan de liquidez que el FMI tiene preparado. Cuando es el foco de todos los ojos, se constata que el Gobierno español sigue sin lanzar el mensaje inequívoco de seriedad que demanda esta tesitura.
Este mes, España no sólo asiste a voluminosos vencimientos de deuda, sino que se juega que el mercado y cada vez más informes le enseñen el camino que lleva al vencimiento de su gestión económica.