Lo obvio en un país confuso: Rajoy es la alternativa de Gobierno. La opción no es Zapatero, ni siquiera un "apaño de último momento". La alternativa ya no es un Gobierno de coalición. La solución es esperar el devenir de los acontecimientos y que Rajoy llegue a presidente para intentar arreglar el desaguisado.
En el Ritz, máxima expectación para escuchar el programa de Rajoy, como si lo importante fuera eso. ¿Alguien tiene alguna duda de que lo haría mejor que este Gobierno que nos lleva al abismo? Da igual lo que dijese Rajoy, porque el problema en España no es la oposición, sino quien gobierna. En EEUU no existe "la oposición" y todos saben que cuando cambia el Ejecutivo, cambian las políticas.
Sigamos. Máxima expectación en el Ritz, y Rajoy que dejó caer un par de perlas, además de elaborar sus líneas maestras económicas por todos conocidas: constitucionalizar el techo de gasto. Imperioso. Controlar el dinero que se diluye entre los agentes sociales para una formación de trabajadores ahora inexistente.
La duda ofende
También habló de estabilidad jurídica, de la separación del negocio en las cajas de ahorros de las fundaciones, y del sector energético: no es posible que los consumidores paguemos la luz más cara de Europa. Ha pedido que no se cierre Garoña, "porque o son malas todas las centrales nucleares, o no es mala ninguna", y tiene razón, siempre que cumplan los requisitos necesarios.
Rajoy entiende sobre impuestos que hay que bajarlos, está en contra de la subida del IVA, y cree que rebajar las cotizaciones incentivaría la contratación. La opción de Rajoy es, aunque no tuviera programa económico, infinitamente mejor que un Gobierno noqueado bajo protectorado europeo, pero, desde luego, con el proyecto que dibuja, no hay ni color. En un momento en el que el diferencial de la deuda vuelve a los 200 puntos, francamente, la duda ofende.
Pilar G. de la Granja, directora del programa 'El Balance' en Intereconomía.
