La cuestión de los próximos vencimientos de la deuda pública española parece que se está convirtiendo últimamente en uno de los temas más analizados a la hora de estimar la solvencia de España y las consecuencias derivadas para el riesgo soberano.
Si nos centramos en los números, al Tesoro español le vencen, en lo que queda de 2010, 25.799 millones de euros en Bonos y Obligaciones sumando principal más intereses y 40.071 millones de euros en Letras. Eso hace un total de 65.870 en vencimientos que habría que renovar de aquí a final de año, a lo que habría que sumar la financiación del déficit corriente de este año; siempre hablamos de cifras relativas a la Administración Central.
Viendo los vencimientos por meses, la concentración más fuerte se produce en julio (unos 23.327 millones de euros). Por tanto, estamos muy cerca del test principal al que se enfrentará el Tesoro en lo que queda de año.
Para 2011, los vencimientos de instrumentos a corto plazo suman 34.573 millones de euros a corto plazo y los de largo plazo se elevan a 62.209 millones de euros, es decir, 96.782 millones de euros en total. En 2012 y 2013 los vencimientos (en estos casos hablamos sólo de Bonos y Obligaciones) se sitúan en 61.268 millones de euros y 61.224 millones de euros, respectivamente.
Más de 500.000 millones de deuda
En resumen, de aquí a 2013 el total de deuda de la Administración Central que vence es 285.144 millones de euros. Si a esta cantidad le sumamos la deuda del resto de Administraciones (Autonómicas y Locales) y organismos y empresas públicas, el montante total se duplicaría prácticamente y estaríamos hablando de una cifra superior a los 500.000 millones de euros. Para ponerlo en comparación a otros países, ese montante supone la mitad de los compromisos que tendrá que afrontar Italia y cuatro veces el equivalente de Grecia.
La siguiente pregunta es, ¿es eso mucho o poco? O dicho de otro modo, ¿se justifica el diferencial actual de casi 200 puntos básicos de los títulos españoles a largo plazo con respecto a los equivalentes alemanes? ¿Es esa prima de riesgo exagerada o está en peligro nuestro rating soberano?
Ciertamente, de las respuestas que demos a esas preguntas va a depender la evolución de muchas otras variables no sólo españolas sino internacionales, habida cuenta de que España se sitúa en estos momentos como una piedra angular para analizar el engranaje de la propia sostenibilidad del euro y la credibilidad del proyecto europeo en su conjunto.
Evidentemente, si la respuesta fuera fácil o inmediata no haría falta que estuviéramos escribiendo y muchos inversores tendrían más claras muchas decisiones que en estos momentos están sujetas a un alto grado de incertidumbre.
Algo sí podemos decir, y es que después de las medidas anunciadas recientemente por el Gobierno español en cuanto a reducción del gasto público, el escrutinio se va a centrar a corto plazo en los ingresos. Eso quiere decir que los datos correspondientes al crecimiento de nuestra economía van a ser observados con lupa en los próximos meses.
La actitud del mercado
Si la coyuntura económica no mejora en los próximos meses, además de la subida del IVA, los mercados probablemente van a entender que se hace necesario subidas adicionales de impuestos, algo ha dejado caer la ministra de Economía al respecto eventualmente para después del verano.
Pero además del severo escrutinio de la dinámica de crecimiento de nuestra economía, persiste un problema adicional, y es que los mercados de capitales están prácticamente cerrados en cuanto a negociación diaria. Es decir, cuando uno mira las pantallas de cotizaciones de la mayoría de los bonos (y no sólo españoles) en muchos de ellos no aparece cotización de compra ni de venta o, si aparece, es con una horquilla tan amplia que no sirve como una referencia válida.
Si a esto unimos la percepción negativa que se ha instalado en los inversores extranjeros respecto a todo lo que lleve la etiqueta de Europa periférica y que ha hecho que huyan de los activos con riesgo de estos países, se entiende que el problema de la solvencia esté intrínsecamente ligado a un problema de desconfianza.
Por resumir, quizá el diferencial actual de la deuda pública española sea más propio de un emisor BBB que AA+, pero para que eso retorne a niveles como los existentes hasta hace pocos meses hará falta no sólo que se mantengan firmes las decisiones de recorte del déficit a pesar del contexto de extrema debilidad del crecimiento, sino que además debe retornar una confianza internacional hacia todos aquellos países que han sufrido un mayor deterioro de sus finanzas públicas. A uno no se le antoja imposible, pero es algo que va a llevar aparejado sacrificios y tiempo.
Los ojos de la comunidad internacional están en buena medida puestos en España y, como en el Mundial de Fútbol, esperemos que tras el fuerte varapalo seamos capaces de levantarnos y seguir adelante.
Valentín Fernández, director de Fonditel.