Opinión

Alberto Ceña: I+D+i ante la competencia del sector eólico

Si las previsiones de las consultoras de referencia del sector no fallan, y hasta la fecha lo han hecho por cortas, se espera que las ventas totales de aerogeneradores alcancen los 400.000 millones acumulados en el año 2020, con el objetivo de instalar 600.000 MW en todo el mundo, más del triple de los que existen en la actualidad. No hay otro sector de bienes de capital con la misma proyección y serían necesarias unas trescientas nucleares para llegar a cifras similares, algo que a día de hoy no parece fácil de conseguir.

Esta impresionante demanda de equipos y componentes necesita también de servicios, y por lo tanto horas de trabajo adicionales, para la ingeniería de los proyectos, la evaluación del recurso, el mantenimiento de los aerogeneradores o la Investigación. Todo ello configura un panorama ideal para las empresas con base en nuestro país, pero, como era de esperar, aquí tampoco la tarea va a ser sencilla.

Los mercados regulados suelen dar sorpresas, pero los beneficios de utilizar un recurso renovable como el viento para producir un bien imprescindible como la electricidad hacen plausible el objetivo anterior. Por lo tanto, no es difícil aventurar que en los próximos tres/cuatro años se vayan a sentar las bases del desarrollo eólico futuro, tanto por el lado de las tecnologías como de los suministradores.

Los fabricantes nacionales, tanto de aerogeneradores como de componentes, se han visto obligados a reinventarse en el último año, pues se ha pasado de la fuerte demanda del año 2008, que provocó la entrada de nuevos actores, a la crisis del 2009, con acumulación de stocks, sin tiempo para diseñar una estrategia definida de internacionalización y/o diversificación de clientes.

Uno de los retos principales es pues posicionarse en un mercado muy competitivo, ya que la complejidad tecnológica de la eólica está en los detalles y no en el conjunto, lo que hace que muchas empresas se hayan embarcado en la fabricación de aerogeneradores, ya sea por nuevos desarrollos, la adquisición de diseños a terceros o por la compra de fabricantes más o menos consolidados. En este sentido, hay que destacar el caso de China, que instaló más que toda la UE en el año 2010, 11.400 MW, suministrados por unos 15 fabricantes de los que sólo cinco eran extranjeros. En el mercado americano, el otro gran polo junto con la UE, el reparto es totalmente distinto; de los 10 grandes fabricantes, sólo dos son americanos.

El posicionamiento competitivo sobre la base de esos elementos tecnológicos diferenciales es complejo, pues a veces sólo son perceptibles a medio plazo, cuando los equipos llevan varios años funcionando. Esto convierte a los aerogeneradores en cuasi-commodities donde el precio es crucial, además de otros factores, también importantes pero en cierta medida ajenos al producto, como la extensión de periodos de garantía o la financiación de los equipos, esencial en las actuales circunstancias. Sin perder de vista la fabricación local.

En cualquier caso, el limitado incremento de tamaño y los exigentes códigos de red van a impulsar el desarrollo de soluciones específicas que comporten ventajas comparativas demostrables, reduzcan el coste, supongan una mejora en la disponibilidad de los equipos, y faciliten la logística, montaje y el posterior mantenimiento de estos. Adicionalmente al debate de si es mejor la transmisión directa o con multiplicadora, o el generador de imanes permanentes o el de rotor devanado, es importante encontrar soluciones que cumplan los objetivos mencionados, y en esta línea, la disminución de peso parece misión común a todos los fabricantes consolidados.

Otro aspecto importante, la integración vertical de toda la cadena de suministro, que va a condicionar la fabricación local, no es la tendencia general de los tecnólogos y muchos siguen manteniendo un sinfín de suministros externos (sorprendentemente los grandes fabricantes de equipos siguen manteniendo esta tendencia), lo que hace necesario que las nuevas soluciones se hagan en colaboración con los suministradores de componentes y los centros tecnológicos, para diversificar costes y optimizar el conocimiento.

Como ya se ha comentado, la situación se complica todavía más por la fabricación local de componentes, ya sea por las "exigencias" de los marcos regulatorios, los incentivos o por la tendencia natural de, por ejemplo, China: si fabrican de todo ¿por qué no van a fabricar también aerogeneradores? No hay que olvidar que las energías renovables se han convertido en una de las pocas oportunidades para crear empleo local, a pesar de que lo cuestionen algunos autores universitarios tan poco acreditados como difundidos. Por lo tanto, además de los objetivos tecnológicos antes apuntados, hay que también optar por la sencillez que facilite una cierta asimilación tecnológica (otra historia son los riesgos de deslocalización para las empresas con factorías en nuestro país).

Alta competitividad, necesidad de impulsar la excelencia tecnológica como elemento diferenciador, exigencias de fabricación local, concursos basados en los costes de generación... Todo ello configura un escenario complejo, donde la investigación adquiere un papel fundamental, unido siempre a una posición comercial decidida y agresiva. Las empresas deben ser conscientes de que los próximos años van a ser cruciales y para conseguir los objetivos es necesaria una estrategia clara y decidida, así como destinar a los mejores profesionales para llevarla adelante.

Alberto Ceña, director técnico. Asociación empresarial eólica.

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