Después de seis largos años de Gobierno socialista, España ha recuperado un papel protagonista en la esfera política y económica mundial. Ya nadie podrá acusar al gabinete liderado por el Sr. Rodríguez Zapatero de haber convertido a esta vieja Piel de Toro en un país insignificante en la órbita internacional.
Otra cosa diferente es el significado de ese nuevo protagonismo español, atribuible al dudoso honor de transformarse en una amenaza para la estabilidad del euro y del panorama financiero global, como en los gloriosos tiempos de los Austrias.
España encarna hoy el principal factor de riesgo sistémico para el mundo desde el tsunami desencadenado por la quiebra de Lehman Brothers hace ya un tiempo inmemorial. El socialismo reinante parece actuar de acuerdo con un viejo aforismo keynesiano cuya virtualidad es extraordinaria: "Cuando usted debe 1.000 libras al banco, usted tiene un problema. Cuando le adeuda 1.000 millones, el problema es del banco". Este es el telón de fondo del Consejo Europeo que se celebra esta semana.
En estos momentos, el presidente del Gobierno es el héroe de los euroescépticos. Los enemigos de la creación de una moneda única en la UE han visto reivindicadas sus negras profecías gracias a la colaboración que les ha prestado con una dedicación admirable el dirigente socialista. Quienes consideraban la UEM como un espacio monetario aquejado de una inestabilidad estructural que se activaría ante la emergencia de cualquier shock interno o externo de una cierta envergadura han acertado.
España se ha mutado en una auténtica bomba de relojería en el corazón del sistema económico, monetario y financiero de la eurozona. Es el monstruo de Alien salido de las entrañas de la UEM. En los cenáculos euroescépticos, las fotos del Sr. Rodríguez Zapatero flanquean ya a las de la Dama de Hierro, la inolvidable Margaret Thatcher, campeona de los adversarios de la unión monetaria. La política hace extraños compañeros de cama...
Mala gestión
La estrategia euroescéptica del Gabinete español es de una coherencia admirable. Se ha hecho todo lo posible para llevar el país a una situación insostenible. Si tras el ajuste presupuestario, la restauración de la confianza de los inversores en España dependía de la puesta en marcha de una reforma laboral profunda, el secretario general del PSOE ha aniquilado esa posibilidad con el diseño de un cambio en las instituciones del mercado de trabajo no ya insuficiente, sino que introduce de facto una estupenda contrarreforma que empeora el escenario actual.
De este modo, con una inteligencia extraordinaria, se trata de cortar a los mercados la posibilidad de conceder una tregua a la maltrecha economía nacional o, de lo contrario, que nos rescate el séptimo de caballería con Sarkozy y Merkel a la cabeza. Ahí queda eso...
El asunto resulta tragicómico si se incorpora una variable adicional. Se aprobará por Decreto Ley la contrarreforma, pero, genial idea, se tramitará después como proyecto de ley para introducir las modificaciones necesarias para mejorarla. En seis meses, tendremos una reforma laboral; nadie sabe cual, pero sin duda de mayor calado que la actual. Esta brillante idea descuenta un hecho importante y para nada obvio, que los mercados y los agentes económicos españoles esperarán a que el Gabinete haga pasado mañana lo que es urgente hoy y, si no, que se fastidien. España tiene su ritmo y no aceptará bajo ningún concepto imposiciones externas de unos acreedores que, si las cosas se ponen feas, se pueden quedar sin cobrar. En otras palabras, el socialismo reinante cree tener capacidad de chantaje frente a sus socios europeos: jugada peligrosa, pero que tal vez funcione.
Apoyos parlamentarios
Por añadidura, la hipotética tramitación parlamentaria de la reforma permite al Gobierno conseguir otro objetivo o, al menos, sus estrategas piensan así: los nacionalistas vascos y catalanes, o tal vez el PP, introducirán las enmiendas duras, y eso salvará la cara del Gobierno frente a la izquierda y los sindicatos.
El tema es si el centro-derecha en su sentido amplio está dispuesto a hacer el trabajo sucio al Ejecutivo o no. En la práctica no tienen nada que ganar, salvo que un sentido extremo y obsesivo de la responsabilidad patriótica les lleve a salvar al Gobierno de sí mismo; es freudiano. Pero todo es posible en este enloquecido esperpento en el que se halla inmersa España y, sobre todo, el Gabinete que ha mostrado una extraordinaria capacidad para confundir a todo el mundo, todo el tiempo, en un ejercicio extraordinario de la teoría del caos.
Hace unos días y, salvando las distancias, un banquero me decía: ¿te imaginas qué hubiese sucedido si en 1959 en vez de estar al frente del Estado el invicto Caudillo hubiese estado el camarada Girón? Esa retórica contrafactual tiene una respuesta clara: España habría ido a la default, como diría un porteño.
Medio siglo después, la pregunta es pertinente porque tenemos al Gobierno inadecuado en el momento más inoportuno. La actuación del Sr. Rodríguez Zapatero es la propia de un gobernante autárquico, aislado del mundo, que además se considera más listo que el resto de los mortales. Este provincianismo irreal olvida que por el momento España es una economía abierta e integrada en una unión monetaria. En este escenario, las ocurrencias se pagan caras. Parodiando al viejo Foxá: "Menuda patada le van a dar a Zetapé en nuestro trasero".
Si el panorama no fuese dramático, su análisis y descripción sería una mezcla hilarante entre la guerra de Gila y la Antología del Disparate de Evaristo Acevedo. Por desgracia, el humor, si se ejerce en estos delicados momentos, tiene un color negro como el ala de un cuervo, por no decir, en términos castizos, como el sobaco de un grillo. Éste no es el momento de los economistas ni de los políticos. Se necesitaría a un Valle-Inclán para describir esta sin par corte de los milagros en la que se ha convertido España.
Lorenzo B. de Quirós, miembro del consejo editorial de elEconomista.