Opinión

Javier Nart: Activos tóxicos

No hace tanto tiempo, el presidente Zapatero afirmaba que nuestra banca estaba entre las más sólidas del mundo. Eran momentos en los que también afirmaba que la crisis no sólo no existía, sino que mentarla era antipatriótico. Posteriormente la realidad, que es más tozuda que la mente más obtusa, terminó por imponerse.

Jamás he estudiado economía, pero desde hace más de cinco años clamaba en el desierto desde el programa Protagonistas de Luis del Olmo mostrando mi alarma ante lo que el sentido común me presentaba: una economía que entendía ficticia, establecida sobre la especulación-corrupción de la burbuja inmobiliaria, que simultáneamente impactaba negativamente sobre la oferta turística al destruir paisajes y costas.

Una industria vicaria, dependiente, en progresiva pérdida de competitividad. Y masiva entrada de mano de obra barata y no cualificada, que inevitablemente sería carne de paro. Se me dijo que el valor de las cosas lo determinaba el mercado, que la industria española era solvente y que el envejecimiento de nuestra población requería la entrada de gente joven.

Hoy los bancos son infelices titulares bien de créditos de dudoso cobro o de fincas sobrevaloradas. A ello ha de sumarse la suscripción masiva de Deuda Pública, inversiones forzadas que les convierte en rehenes-cautivos del núcleo duro de la crisis.

Y el agujero es colosal: sobre 600.000 millones de euros. La situación es todavía más perversa si consideramos que al adquirir Deuda Pública restringían en idéntica medida la financiación a los particulares. Así que mientras el Estado balaba en favor de un mercado financiero dinámico? lo castraba por la propia emisión-suscripción de deuda.

¿Qué quieren que les diga? Yo en esto de la banca me declaro creyente de tres (Santander, BBVA y Caixa), agnóstico de algunos más y ateo (no me creo una palabra) del resto.

¿Y ustedes?

Javier Nart, abogado.

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