Opinión

Lorenzo B. de Quirós: ¿Hacia el 'default'?

En el subconsciente del Gobierno y de una buena parte de la opinión pública española flota una idea que ha explicado y en gran medida explica la no adopción de las medidas necesarias para afrontar la crisis de la economía nacional.

Por un lado, la tesis de que un país desarrollado no puede suspender pagos; por otro, la hipótesis de que España es demasiado grande para caer.

Ese doble planteamiento constituye una especie de placebo para no mirar de frente a la realidad. A lo largo de la historia, economías avanzadas se han visto forzadas a reestructurar su deuda ante la incapacidad de hacer frente a su pago y, aunque no hubiese sido nunca así -lo que no es cierto-, siempre puede haber una primera vez.

Al mismo tiempo, el colapso de una economía de grandes dimensiones causaría daños colaterales muy considerables, generaría una situación de riesgo sistémico, pero también ese mismo tamaño hace muy difícil su rescate.

Esta última afirmación cobra una extraordinaria virtualidad en un contexto de bajo crecimiento en los grandes estados de la UE que tienen posiciones presupuestarias -déficit presupuestarios- muy abultados y necesitados de corrección, y no están en condiciones de socorrer a un indisciplinado país del sur.

¿Cómo evitar un 'default'?

Desde esta perspectiva, no existen argumentos sólidos que blinden a España de la posibilidad de ir a una suspensión de pagos, entendida como una reestructuración de su deuda con sus acreedores.

En teoría, ese riesgo podría desaparecer o mitigarse si el Gobierno pusiese en marcha un plan de ajuste presupuestario acompañado de reformas estructurales, mercado laboral incluido, de la suficiente entidad para estabilizar o recortar el explosivo aumento del endeudamiento del sector público y sentar las bases para volver a crecer. Si sucediese esto, parece evidente que la amenaza de un default se alejaría.

Esto supone también que el Gobierno logre recuperar la confianza de los mercados, que es el único medio de que su plan económico tuviese éxito. ¿Está el Gabinete socialista en condiciones de llevar a cabo esa tarea? ¿Olvidarán los inversores sus inconsistencias pasadas si abraza la ortodoxia macro y las reformas microeconómicas?

Cuestión de política

En principio, el Gobierno no tiene o no tendría nada que perder. Si la alternativa es la suspensión de pagos de España, las probabilidades de que el PSOE ganase las próximas elecciones serían inexistentes o, peor, que tuviese una representación parlamentaria muy magra.

En este contexto, el socialismo reinante tendría poderosos incentivos para implantar un plan de estabilización y de liberalización muy agresivo. Envuelto en la bandera de España, el PSOE pediría sangre, sudor y lágrimas al país, y quizá le funcionase.

Aquí, el problema es de dónde sacaría los apoyos parlamentarios para su programa, pero eso tampoco es imposible. Los nacionalistas vascos y catalanes le darían el soporte necesario. ¿Será capaz el Sr. Rodríguez Zapatero de emprender esa línea? Lo veremos pronto...

El calado de las reformas

El segundo escollo es la profundidad de las reformas. En concreto, la laboral debería abordar todos los elementos que impiden el correcto funcionamiento del mercado de trabajo: negociación colectiva, sistema de protección al desempleo, costes y procedimiento del despido, ultra actividad de los convenios, etc. Cualquier iniciativa reformista que no aborde todos esos elementos es un parche.

Además, el Gabinete tendría que plantear un proyecto de liberalización de la economía que permitiese restaurar la competitividad y fomentar el crecimiento de la economía. Aquí, la cuestión es la potencial discrepancia entre lo que el Gobierno socialista considere cambios profundos o radicales y lo que estimen los mercados. Si ese no es un sentimiento compartido, las cosas se pondrán feas. No olviden que a los pecadores reincidentes no les basta para redimirse el propósito de la enmienda.

Generar confianza

El tercer y último obstáculo, ligado al anterior, es la recuperación de la fe o, al menos, de la confianza de los mercados en el Ejecutivo liderado por el Sr. Rodríguez Zapatero. Hasta el momento, su estrategia es un ejemplo de manual del teorema de la inconsistencia temporal; es decir, de esa situación en la cual los gobiernos anuncian medidas para modificar en sentido favorable las expectativas de los agentes económicos para luego incumplirlas. Ésta ha sido la tónica constante, el comportamiento persistente del socialismo reinante.

En este marco de análisis, será difícil que los inversores recobren su fe en el Gabinete del PSOE sin obras y esto no se resuelve con titulares brillantes, sino con hechos sostenidos en el tiempo y ahí las dudas se disparan de manera exponencial. Es complicado confiar en un gabinete que juega a un paso hacia adelante y dos hacia atrás.

¿Por qué esta larga excursión? Porque si el Gobierno no hace los deberes o los mercados no creen que eso es suficiente y además se llevará a cabo, España se verá forzada a pedir socorro a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional para evitar la bancarrota.

De hecho, ésta es en las actuales circunstancias y ceteris paribus la hipótesis de trabajo con mayores opciones de convertirse en una realidad.

En consecuencia y mientras no se demuestre lo contrario, ése es el escenario con el que hay que contar. Desde la época del general Franco, desde el Plan de Estabilización de 1959, España nunca se habría visto obligada a pedir dinero a un organismo internacional para evitar una suspensión de pagos.

Lorenzo B. de Quirós, miembro del Consejo Editorial de elEconomista.

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