Mientras avanza el tiempo, la crisis económica y financiera continúa y los ajustes presupuestarios se concentran sobre los ajenos a las causas de la misma, el debate se encrespa y en él aparecen repetitivas fórmulas que a modo de mantras tienden a concitar en torno a sí la adhesión liberadora del problema.
No hay manifestación del discurso oficial -económico o político- que no confiese la necesidad de retomar la senda del crecimiento facilitando para ello reformas en el mercado laboral que "eliminando rigideces" lo hagan más flexible y más barato a la hora del despido. De esta manera, los empleadores, liberados de esta onerosa carga, iniciarían una senda de recuperación que conllevaría la salida de la crisis y, con ella, la creación de empleo.
Este mantra se sustenta en la idea de que vender, por encima de todo, es la clave de la recuperación y, por ende, del crecimiento. Abaratados los costes laborales y flexibilizado el mercado laboral, todo será coser y cantar. Sinceramente creo que la cansina fórmula es una huida de la realidad, cuando no un ejercicio de pensamiento mediatizado por la ideología.
Los defensores de la flexibilidad a ultranza piensan en el trabajador de una manera unidimensional, como un mero factor de producción que debe ser reducido en sus costes. Sin embargo, olvidan que el trabajador es además un ciudadano que forma parte de ese 90 por ciento de población asalariada que consume, gasta e impulsa el proceso de distribución.
En vez de afrontar la realidad del tejido empresarial español, sus debilidades estructurales, sus dificultades para financiarse y sus dependencias de las subvenciones públicas echan balones fuera en un ejercicio de escapismo pueril y ególatra.
Todavía no han querido caer en la cuenta de que esta crisis es sistémica y, en consecuencia, demandadora de otros enfoques y otros paradigmas.
Julio Anguita, ex coordinador general de IU.