El hijo pródigo ha vuelto. Duran i Lleida le ha perdonado por un solitario voto para que por fin haga lo correcto. Únicamente con el apoyo de su partido, Zapatero logró ayer aprobar el plan de recortes. Cuando por fin hace algo en la dirección correcta, el presidente se ha quedado solo con sus equivocaciones.
Es el momento de recordarle su despilfarro en los 400 euros, los cheques-bebé, los planes E, la financiación autonómica, las subvenciones... Con la pinza en la nariz, CiU se ha abstenido para que se pueda aplicar el ajuste. Ha sido una mera cuestión de responsabilidad, puesto que las consecuencias de un no ayer en el Congreso hubieran sido nefastas en los mercados.
Sin embargo, los catalanes le advirtieron al presidente que en otoño no logrará pasar los Presupuestos y, para entonces, tendrá que convocar elecciones. Zapatero ha llegado a esta situación él solo. Decidió convertirse en el ministro de Economía y sólo ha sabido prodigarse en el keynesianismo menos sofisticado e inútil de abrir zanjas para volver a cerrarlas, ignorando un sinfín de admoniciones, porque estaba convencido de que podía capear el temporal a fuerza de gasto.
¿Y ahora qué? La cuestión es transmitir a los mercados la credibilidad de que va a contener el déficit en un entorno de estancamiento. Para ello, Zapatero debe corregir los problemas que ha creado cuanto antes. Ha de aplicar un recorte aún mayor, implementar las reformas para reactivar la economía que todos los expertos le apuntan e, incluso, elevar impuestos que no ahoguen mucho la economía. Tiene que demostrar la responsabilidad que el PP no exhibió ayer.