Opinión

Fernando Fernández: Un ajuste necesario e insuficiente

El Gobierno se ha cambiado a sí mismo. Forzado por las circunstancias y por sus propios errores, ha tenido que reconocer que el déficit es el problema y la reducción de gasto público la solución. Una de las reacciones más escuchadas ha sido que el ajuste es recesivo, empeora las previsiones macroeconómicas y puede paralizar la incipiente recuperación. Justo en la semana en que el INE ha forzado las cifras oficiales para darle al Ejecutivo su ansiado crecimiento de una décima.

Cabe recordar aquí que la contabilidad trimestral es mera estimación econométrica y es fácil jugar con los modelos, las ponderaciones y las cali- braciones para entregarle una décima a un señor tan dominante e insistente. Basta ver lo que ha sido capaz de hacer con las cifras de paro de la EPA y del antiguo INEM. Por cierto, en este último y en su sustitución por diecisiete servicios públicos de empleo sin que haya aumentado un ápice su eficacia está parte de la explicación del crecimiento estructural del déficit español.

La insistencia en el impacto recesivo de las medidas es confusa y contraproducente. Puede llevar a la gente, sindicatos por ejemplo, a cuestionarse su necesidad y conveniencia. Desechada la idea, porque para eso el PSOE es de izquierdas y goza de la presunción de superioridad moral, de que el Gobierno quiere fastidiar a los de siempre y ha cedido a los poderosos, como sí haría un Ejecutivo popular, ¿por qué entonces Zapatero asume estos recortes? Sencillamente porque no tenía más remedio, porque la recesión estaba de nuevo a la vuelta de la esquina con tipos de interés al 10 por ciento. Porque en España no había dinero, porque se había acabado la caja y la capacidad de endeudamiento, porque gastadas las joyas de la abuela del boom fiscal de la construcción, y arruinado el crédito de la familia en todos los bancos de la zona, como le recordaron en un trágico fin de semana para la imagen de España, el presidente tenía que elegir entre la vía venezolana -populismo y fuera del euro- o dejar de gastar. Una vez más, se comprueba empíricamente que el keynesianismo ingenuo de zanjas y aceras que hemos practicado estos dos años es explosivo, o se financia con inflación, lo que afortunadamente no podemos hacer gracias al euro, o se da de bruces con la realidad. Esto es lo que le ha pasado al presidente Zapatero, que después de insistir en que no es posible que no haya dinero descubre con estupor que, efectivamente, la caja está vacía.

Tras el ajuste fiscal, serán revisadas a la baja todas las previsiones macroeconómicas. La caída del PIB será cercana a un punto este año y el crecimiento, apenas positivo el que viene. Cuanto más hayan resaltado los distintos analistas y sus modelos la eficacia de los planes de estímulo fiscal, más obligados están por coherencia y honradez intelectual a revisar a la baja sus previsiones. Es un escenario para no olvidar cuando desde el Gobierno se insinúa la inevitabilidad de acabar subiendo impuestos. Podemos acabar descubriendo que no hay base fiscal sobre la que aplicar los tipos. Porque si la rectificación de la política económica se queda en lo que vimos el miércoles, España se instalará en un círculo vicioso de recesión, déficit y paro del que sólo se puede salir con una nueva ola liberalizadora de la economía española que libere su potencial de crecimiento. Necesitamos un nuevo plan de estabilización como el de los años 50, política de rentas incluida, una nueva política de reconversión industrial como la de los años ochenta. Porque el reto es el mismo de entonces: resituar a España en la economía internacional.

Fernando Fernández, IE Business School.

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