El recorte de gasto público anunciado el miércoles por Zapatero en el Congreso, ya se ha dicho, será doloroso. Por tardío, es más abrupto que de haberse hecho antes. Duele a todos, presidente incluido. No en vano, antes de comparecer en el Congreso, el jefe del Ejecutivo sondeó a los sindicatos para calcular su reacción y esquivar su reactividad. Tan relevantes son para él los líderes sindicales como para que testar su posición y la llamada de Obama hayan sido los pasos decisivos para abordar su histórico ajuste de gasto.
A pesar de que el Ejecutivo no adoptará tijeretazos como el que indicó Rajoy, a las subvenciones que reciben los sindicatos, éstos podrían a poner las cosas difíciles a Zapatero justo cuando se juega más que nunca su credibilidad ante los mercados y la comunidad internacional. Así que previamente se garantizó el apoyo a las medidas en un trapicheo poco ortodoxo. De momento, sí habrá huelga, pero sólo de funcionarios, el próximo 2 de junio. Y preocupación no falta, pues UGT y CCOO ya empiezan a hablar de geometría... mal augurio. "Hay que saber si el campo de discusión del Diálogo Social tiene el mismo perímetro", dijo Méndez. O sea, los avances en el marco laboral están supeditados a que Zapatero se doblegue a unas formaciones que le tienen agarrado por donde más le duele, por la paz social, que ha intentado mantener a cualquier precio.
Ahora que se ha atrevido con el más duro ajuste visto en España y ha arrancado del secretario general de UGT el frenazo a una huelga general, debe llevarlo a cabo. Aun así, seguimos sujetos a la pinza sindicatos-Zapatero, aunque al menos, por ahora, prevalezca una actitud responsable.